El templo corazón II


Prócoro Hernández Oropeza
El corazón físico es un órgano vital para la vida. Es como una fábrica que procesa y nutre la energía de vida a través de la sangre, impulsa la sangre por los vasos de todo el cuerpo contrayéndose y relajándose rítmicamente, al ritmo del universo y de nuestras vibraciones. Pero adentro, en el ámbito etérico existe otro corazón, el corazón del corazón. Un corazón de oro, un templo dorado donde habita nuestra divinidad, nuestro sol interior.
A ese templo debemos acudir cuando queremos entrar en contacto con nuestra sabiduría interna, con el amor, la compasión, la verdad, la felicidad. Pero ese templo debemos construirlo con la imaginación creativa, darle forma y vida. Afirmaba Jiddu Krishnamurti que todos tenemos un templo, pero cada cual ha de crear la Imagen, el ídolo, la Belleza en cuyo torno podamos manifestar nuestro amor y devoción; porque si mantenemos el Templo vacío, como la mayoría de nosotros hacemos, no podremos crear.

En ese corazón habita nuestro Dios interno, la fuente de la alegría, paz interior, amor, la verdad. Por ello cuando alguien dice: hazlo con el corazón, o sigue el camino que tiene corazón es realizar lo que me proponga hacer con la guía divina; esa intuición interior que viene de nuestro espíritu. De ese Ser que espera con paciencia lo escuchemos, invoquemos y adoremos. Él está ahí esperando que recordemos nuestra verdadera identidad. Recordar que no soy esta personalidad con sus diversas máscaras, rostros o roles, soy eso pero también mucho más que esas limitadas identidades.

Ese templo debemos construirlo con adoración, amor, devoción y con ello damos vida al templo. Y este templo es el corazón. Krishnamurti sostiene que esa es la Verdad. Y debemos considerar que este Templo, sin la vitalidad, sin la vida, sin la energética influencia de dicha imagen, sería rígido, frío y triste, mientras que si allí tenéis a Él, llegaréis a ser parte de Él y os identificaréis con Él. Sois vosotros el templo externo, y en vuestro interior arde lo Eternal, el Santo de los Santos, adonde podáis fácilmente ir a adorar, lejos del mundo, lejos de todo trastorno y tribulación.

En ese templo habita nuestra divina madre interior. Ella es la encarnación del amor y las virtudes. Recordemos que Dios es Padre y Madre al mismo tiempo y se desdobla como padre para cultivar la sabiduría y los valores, mientras en la madre se expresan las virtudes y el amor. Cuando andamos atribulados, agobiados por las preocupaciones de la vida, las tristezas, el desamor, miedos, ira, lujuria, debemos entrar a ese templo y rogar a nuestro Padre/Madre nos dé cobijo, sabiduría y comprensión para trascender esos estados de confusión.
¿Cómo es ese templo? Eso depende de cada uno. Se puede visualizar como un gran templo dorado, un castillo resplandeciente de luz o un cuarto despintado. De acuerdo a su grado de conexión con esa chispa divina será la calidad de ese templo corazón. Habrá personas que no crean en estas verdades y por ignorancia buscan a dios afuera. Habrá seres cuya conexión con esa eternidad sea más nítida y permanente, entonces esa persona encarna las virtudes del ser y se convierte en un instrumento divino. Como instrumento de Dios sólo expresará pensamientos y palabras divinas, acciones virtuosas; se convierte en un fiel servidor de Dios y encarna al Cristo en su corazón.

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