Pureza de motivos
Prócoro Hernández Oropeza
procoroh@gmail.com
Los recuerdos de la infancia sirven sólo como referencia para medir nuestra distancia o nuestros pasos, mucho mejor para saber si hemos avanzado a lo largo de nuestra vida. De cierto digo que nuestra visita a este planeta es para aprender lecciones, lecciones de vida que nos ayuden a trascender, a mejorar, a superar todos los retos que se nos presentan.
Todos enfrentamos muchos retos desde que nacemos. No por casualidad el gran Buda afirmaba que desde que nacemos enfrentamos sufrimiento y lo enfrentaremos mientras sigamos presos del deseo. De pequeño necesitábamos calor, protección, alimento y si no lo teníamos a la mano de inmediato venían los berrinches o los chillidos. Y ellos se seguirán expresarán de acuerdo a nuestro nivel de consciencia. En aquellos con débil consciencia y con egos fuertes seremos más exigentes que otros, más berrinchudos, más llorones. Hay niños o niñas que vienen más pacíficos y tolerantes, risueños y alegres, buen dharma.
Los grandes maestros enseñan que a los niños no se les trate como tales, sino como viejos que han vuelto a nacer. Ya lo saben todo, sólo es cuestión de recordarles, tocar su esencia, hablarle a su esencia. Y si un niño se desarrolla en un ambiente amoroso, tolerante y compasivo, éste de adulto será una gran persona con pureza de motivo. La pureza de motivo o anupadhi, sostenía el gran Sivananda, es un dharma o deber común a todo hombre, destacando que es el motivo lo que cuenta en la acción. Si se realiza una acción con un motivo egoísta, ésta ata al hombre a la rueda de nacimiento y muerte. Si se la realiza con un motivo puro, desinteresadamente, purifica el corazón y lleva al logro de la emancipación final.
Lo correcto y lo incorrecto de una acción no se determinan por las consecuencias objetivas de la misma sino por la naturaleza de la intención subjetiva de aquél que la lleva a cabo. Al respecto Krishna dice, “Aquél que está libre de la noción egoísta, cuya razón es inmaculada, aunque mate a esta gente, no mata ni es atado (por la acción)”. En torno a esta afirmación se cuenta que en una encarnación anterior, Krishna fue un marinero. Llevaban varios meses de travesía y para sorpresa de todos, el capitán enloqueció y como parte de su locura empezó a matar a su tripulación. Krishna, viendo el peligro en que estaban enfrentó al homicida capitán y lo mató. Al morir krishna su alma fue llevada ante el tribunal de la justicia cósmica. Cuando Anubis pesó su alma el dharma (acciones positivas) era más alto que su karma (acciones negativas). El salvar su vida y la de sus compañeros le valió ganar dharma, hubo pureza de motivo.
Sivananda recomienda que antes de realizar cualquier acción, analiza tu motivo. Si hay egoísmo, abandónala. Lleva tiempo purificar los motivos. Continúa realizando acciones incesantemente y observa tus motivos. Gradualmente, los motivos se volverán más y más puros. El egoísmo está arraigado profundamente. Se necesita gran esfuerzo, paciencia, perseverancia y vigilancia para desarraigarlo; se debe eliminar por completo.
Siguiendo los consejos del gran Krishna sólo debemos cultivar la pureza de motivos una y otra vez. Persistir. Observar cuidadosamente a la mente. Trabajar sin esperar los frutos y sin la idea de ser el sujeto agente. Entregar todas las acciones y sus frutos al Señor (a Dios). Sólo así nos liberaremos de las ataduras del Karma y obtendremos armonía suprema, el bien más elevado y una felicidad inalterable.
Para no variar les escribo un poema donde mis motivos de niño, se contraponían con los de mi maestra.
Esa maestra
Cuando la maestra nos contaba
La historia del universo, de los planetas
Y constelaciones
Vi tus ojos
Son como dos estrellas
Que me inquietan
Hoy no salí al recreo.
La maestra me castigó por
Decirle que las estrellas habían
Nacido en un abrir y cerrar de ojos
(por supuesto de los tuyos, que son los de Dios)
La maestra me puso a dibujar
Fanerógamas y criptógamas
Y sólo pude dibujar tus ojos y alrededor
Un colibrí azul.
Ese soy yo absorbiendo tu luz.
La maestra me reprende
Porque no le pongo atención en clase
¿Qué culpa tengo si solo pienso
en la suma y resta de tu sonrisa?
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