De dónde vienen los violentos

Prócoro Hernández Oropeza
procoroh@gmail.com

Los días de terror y tragedias humanas no dejan de sorprender. La barbarie humana no tiene límites y muchos hombres ciegan vidas con mayor crueldad, a sangre fría, característica de seres desalmados. En México se viven momentos lamentables y terribles donde la violencia, el narco terror, el disimulo, la demagogia se regodean ante la ausencia de un auténtico estado de derecho, una sociedad amorosa, virtuosa y en paz. En otras partes del planeta las situaciones no varían y los tambores de guerra siguen sonando.
Desde una perspectiva gnóstica podemos observar estos acontecimientos como parte de un karma nacional, colectivo y hasta familiar, pero eso sólo no dice mucho. Cuando se habla de karma nacional se dice que este tipo de acontecimientos violentos son los efectos de nuestras acciones en el pasado, en esta o en otras vidas. Obviamente para las madres de quienes sufren las consecuencias fatales en sus hijos, tales como asesinatos, desapariciones, violencia, saberlo no medra su dolor y sufrimiento.
No es consuelo decirle que la muerte o desaparición de sus hijos es parte de esas leyes de la naturaleza; una reacción a una acción que cometieron antes. Acción y reacción son los fundamentos del karma. Cómo decirles que todos estos acontecimientos fatales son también producto de nuestros agregados psíquicos como ira, orgullo, codicia, la envidia.
Cómo entender un estado nación donde sus gobernantes, desde el presidente hasta los órganos colegiados son gobernados por esas pasiones deleznables y egoístas. La búsqueda del bien común del amor al prójimo, la compasión y la práctica de las virtudes no entran en su código de conducta ni de su ética como servidores públicos. La política del más los convierte en víctimas de su vanidad; más poder, más riqueza, más idolatría.
Nos enfrentamos a situaciones degradantes donde los violentos no se tocan el corazón y pueden, en unos minutos, torturar, asesinar a ciudadanos que forman parte de su raza, su familia; en última instancia todos somos una familia y duele lo que le pasa a un hermano. En los violentos de cualquier nacionalidad o raza no hay espacio para el amor. Es el odio, el rencor, la cobardía, la venganza, codicia los que han aprisionado a su alma. A esas acciones se les califica de desalmadas, precisamente porque su alma está aprisionada por muchos demonios.
Los grandes sabios nos piden que enfrentemos cada adversidad con aplomo, con sabiduría, inclusive sonreír ante ella. Es obvio que estos maestros lo pueden hacer porque saben que las cuestiones materiales, entre ellas las adversidades son parte de su entrenamiento o bien pruebas iniciáticas. Y lo es también para cada humano en este planeta. Todo lo que nos sucede es parte de nuestro entrenamiento para trascenderlas sólo con amor, compasión, mediante las virtudes. Jesús lo dijo: si te pegan en una mejilla, por la otra. En otra parte de su discurso, cuando su discípulo Pedro le preguntó a Jesús: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Perdonar es amar 70 veces siete. Sin embargo, no hemos aprendido esas lecciones y ante cada adversidad nos desplomamos o nos encolerizamos y nos convertimos en violentos, en demonios y sólo queremos aplicar la Ley del talión, ojo por ojo, diente por diente. Hay grandes nubarrones en el país, en el mundo, en nuestra alma, ni duda cabe y sólo puede despejarse con la luz del corazón, del amor.


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