Nacionalismo o universalidad


Prócoro Hernández Oropeza
El mes de septiembre, para los mexicanos, es símbolo de patriotismo, heroísmo y fiesta. El 15 se celebra el grito de independencia, la noche en que el Cura Don Miguel Hidalgo y Costilla y sus correligionarios se levantaron en armas en contra del imperio español. Ahí se gestó el nacimiento de un nuevo Estado-nación conformado por idígenas, mestizos, criollos y los españoles que habían emigrado a estas tierras que antaño dominaron diversos pueblos y culturas, como aztecas, otomíes, tarascos, nahuas, mayas, olmecas, tlaxcaltecas, seris, navajos, rarámuris, huicholes, toltecas, sólo por nombrar algunas.
Desde que nacemos en un pueblo- nación se nos educa como hijos de todas esas historias, mitos, creencias, tradiciones y se nos hace creer que como mexicanos no hay dos. Eso mismo se cuenta y se festeja en todos los Estados-naciones del planeta. Los alemanes se creían superiores a todas las demás razas y estuvieron a punto de conquistar el mundo, eliminando a quienes ellos consideraban razas inferiores.
Por ese sentido de patriotismo o nacionalismo mal entendido se han generado disputas, crímenes, guerras y exterminios como si fuésemos enemigos de siempre. Pero sobre todo, como si sólo naciéramos una vez y por esa única vez somos mexicanos, o griegos, o españoles o argentinos, hindúes, tibetanos o lo que sea. Si partimos de que hemos venido a habitar este planeta en diversos cuerpos y en territorios tan distintos y distantes no habría porque insuflarnos de ese patriotismo ignorante.
La palabra patria viene del latín patrius-a-um relativo al padre, también relacionado a patres, que son los antepasados. De la expresión tierra patria (tierra paterna o los antepasados) se aplica sólo a nuestra vida presente en este cuerpo físico. Es verdad, debemos sentirnos orgullosos por nacer en una patria o nación especial y disfrutar la cultura, las tradiciones, los valores, la familia que nos ha tocado vivir, sin apegarnos a ellas. En realidad somos seres universales, espíritus que hemos vivido en diversos países, con diferentes roles, eventos y circunstancias. Y tal vez hemos habitado otros mundos, otros universos, de tal forma que nuestro paso por un país o nación sólo es transitorio.
Nuestra verdadera patria es el alma. Ahí radica nuestro Ser. A esa patria pertenecemos, sólo que ahora esa patria está tomada por los demonios rojos de Seth, nuestros agregados psicológicos. Aquí es donde debemos dar la gran batalla y donde la consiga del Che Guevara: “! Patria o muerte, Venceremos!”debe hacerse patente. O eliminamos a esos miles de egos que controlan nuestros pensamientos, emociones y voluntad o cuando se nos agoten las oportunidades que se nos da en cuerpo físico, nos llegará la muerte segunda. A esta, Jesús le llamó la eterna perdición o la desintegración de nuestros pecados o egos en los mundos infernales, que dicen los maestros, puede tardar millones de años. Esta es la muerte segunda, con ella las almas retornan a casa como almas no realizadas.
Ahora es tiempo de comprender que la vida de cada ser humano en el mundo físico, es una repetición de la pasada vida más sus consecuencias buenas y malas. El tiempo es redondo, y los acontecimientos se repiten, cada cual en su día y en su hora. Esa es la Ley de RECURRENCIA. Todo vuelve a ocurrir tal y como sucedió, pero con sus consecuencias, tanto buenas como malas. Esa es la Ley del Karma, la ley de acción y consecuencia. Celebremos nuestras fiestas, recordando el grito de independencia que otros hombres, otras almas hicieron físicamente para la liberación de un imperio, pero también gritemos por la independencia de nuestra esencia, es la libertad más grande a la que debemos aspirar. ¡Patria o Muerte, Venceremos!

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