La relajación, nuestro cuerpo, nuestra mente




Prócoro Hernández Oropeza


procoroh@gmail.com
En este mundo de la información, el estrés, agitación, preocupaciones, compromisos y miles de antojos y deseos creados por una sociedad consumista, es difícil lograr una relajación plena y consciente. Siempre andamos tensos, preocupados, con angustias y pendientes y poco tiempo poseemos para detenernos un momento y contemplar las maravillas que nos rodean.
En este contexto nuestra mente se convierte en una manada de monos que brincan de aquí para allá, de un pensamiento a otro, de una angustia a otra, del pasado al futuro, del éxito al fracaso, del sufrimiento a la felicidad. No tenemos control de nuestra vida y mucho menos tiempo para relajar nuestro cuerpo. Muchas de las enfermedades actuales son somáticas, provienen de la calidad de nuestros pensamientos y emociones.
La mayoría desconocemos que en nosotros existe una trinidad. No sólo poseemos un cuerpo físico, también tenemos un alma y un espíritu. Muchos confunden el alma con el espíritu. El espíritu es nuestra chispa divinal, emanación divina, gen divino, dios interno, posee diferentes nombres. Y todo eso es: somos una emanación de Dios, Dios experimentándose a través de nosotros. Es la fuente de nuestra felicidad eterna, el amor incontenible, las virtudes, la sabiduría. El alma, en cambio, es el vehículo de nuestro Ser o espíritu y en ella se ubican los pensamientos, emociones y acciones (la voluntad).
Pero resulta que esos pensamientos, emociones y acciones no son controlados por nosotros. Entes extraños a nuestra identidad divina se han apropiado de nuestra psique y nos mantienen en la ilusión del sufrimiento. Esos pensamientos, emociones y acciones, si fueran expresión de nuestro Ser, serían absolutamente divinos, amorosos, plenos de felicidad y paz interior. No es así, ahí está el ego del miedo, del orgullo, ira, envidia, codicia, lujuria, pereza, gula. Esos agregados psicológicos controlan nuestros deseos y apetencias; si no se cumplen esos deseos sufrimos y si los complacemos, exigirán más y más, no tienen llenadera.
Como nuestro cuerpo es el canal para expresar esos pensamientos, emociones las acciones, cuando no tenemos control de ellos, nos provocan tensiones, angustias, enfermedades y no nos permiten vivir en relajación constante; al contrario, tensos, irritados, enfermos o estresados. Cuando imparto una clase de yoga, sobre todo a turistas que buscan paraísos falsos para huir del aburrimiento y de estos desajustes emocionales, les resulta difícil relajarse. Algunos, antes de los cinco minutos ya quieren salir de la relajación o si una hormiga se les sube se levantan asustados.
Nuestro cuerpo es un templo sagrado donde habita nuestro Dios interno, pero como lo ignoramos, no lo escuchamos, lo convertimos en un depósito de basura, alimentándolo con comida chatarra, pensamientos chatarra, emociones tóxicas. Aquí aplica ese dicho de dime: Dime qué tipo de comida comes, de qué pensamientos te alimentas, qué emociones experimentas y te diré quién eres. De ello dependerá nuestra calidad de vida y por tanto nuestra futura muerte. Puede ser una muerte útil o inútil. Cuando afirmo inútil es que no aprovechamos esta vida para saldar todos nuestros karmas, pero fundamentalmente saber cuál fue nuestro verdadero origen y propósito de venir a experimentar nuevas experiencias en este cuerpo y en este planeta.
Uno de los principales propósitos es recordar quiénes somos realmente, recordar nuestro origen divino y por tanto sanar nuestra alma, liberarla de aquellos oscuros que controlan esos pensamientos, emociones y nuestra voluntad. Recordar el camino a casa y empezar a transitarlo, guiado por ese ser divinal que habita en nuestro templo.
El día que eliminemos de nuestra mente esos changos distractores, las emociones tóxicas, entonces podremos vivir relajados, en consciencia perfecta de nuestras acciones, de nuestra divinidad.

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