Discordias y desamores
Prócoro Hernández Oropeza
“…10Echa fuera al escarnecedor y saldrá la discordia, y cesarán también las riñas y los insultos. 11El que ama la pureza de corazón tiene gracia en sus labios, y el rey es su amigo…” Proverbios 22
La discordia es un mal que asola a la humanidad, consciente o inconscientemente. Un díscolo no sólo es un testigo falso que habla mentiras, también se refiere a quienes encienden rencillas entre los hermanos o entre sus semejantes. Sembramos discordia cuando emitimos un juicio, una crítica, descalificación, mentira o perversidad. Caifás, el sacerdote judío que instigó a los romanos para que mataran a Jesús es un claro ejemplo de sembrador de la discordia. Por ello él representa fielmente el papel de una de las tres fieras del demonio, el de la mala voluntad. Así como Judas asumió el demonio del deseo y Pilatos el de la mente, Caifás metió discordia entre su pueblo y en el Sanedrín (tribunal supremos de los judíos) para que condenaran a muerte a Jesús, por eso se le denomina el demonio de la mala voluntad.
Esos tres demonios también habitan en nuestra psique: en la mitología griega es conocido como el cancerbero de las tres cabezas con el que luchó Hércules. Ese demonio de la mala voluntad se manifiesta cuando generamos discordia. ¿Qué es discordia? Es desavenencia de voluntades o de opiniones; es también meter cizaña, desacuerdos, desunión, división, querellas o pleitos. Aunque este tipo de acciones se manifiestan más claramente en el argot político y a diario somos testigos de esas afrentas entre líderes políticos, empresariales, trabajadores, en el gobierno, en sindicatos, no es menor su impacto en la vida cotidiana de los simples mortales.
En el hogar podemos disentir acerca de una cuestión con la esposa o con los hijos y se generan tremendas discusiones, desavenencias donde cada uno quiere imponer sus puntos de vista a los otros. Generalmente es el hombre el que impone su voluntad y los demás deben acatar, aunque con resentimiento, miedo o sufrimiento.
Ese demonio de la mala voluntad tiene su origen en el ego del orgullo, pero no menos presente en la ira o en la envidia. Cuando es lastimado el orgullo personal este se asocia con el de la ira o el de la envidia. ¿Por qué sólo le compras ropa a mi hermano? Y yo quién soy. Cuando se manifiesta en el orgullo siempre quiere imponer su razón y si no le hacen caso genera rumores, división, o de plano pleitos.
Por ese demonio de la mala voluntad se han generado y se siguen manifestando conflictos, guerras y exterminios entre pueblos, naciones, razas. Unos se sienten superiores a los otros y creen tener la única verdad religiosa o política, otros se creen merecedores de adoración o de respeto o sumisión. No entienden que todos somos una sola familia en este planeta pero esas tres furias del demonio lo tenemos muy acendrado en nuestra psique y sólo nos dejará en paz cuando las cortemos, como lo hizo Hércules con ese cancerbero y con la Hidra de Lerma, otro monstruo de siete cabezas. Esa hidra no es la viva imagen de las siete legiones de demonios que asolan a la humanidad y nos mantienen presos en su garras.
Por ello en los salmos de David (22: 20,21) nos ilustra esa petición de ayuda a Jehová: …”Libra de la espada mi alma, de las garras del perro mi vida. Sálvame de las fauces del león y líbrame de los cuernos de los búfalos. Sí, liberarnos de la espada que esas siete legiones se ciernen sobre mis pensamientos, emociones y voluntad.
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