Lo que resiste persiste, ley de la física
Prócoro Hernández Oropeza
procoroh@gmail.com
En lugares tropicales como Puerto Vallarta, los mosquitos y las hormigas son abundantes y no dejan de preocupar o molestar a la gente. Imparto clases de yoga a turistas en la playa o en la montaña y ahí los moscos o las hormigas andan en su hábitat natural y no dejan de asustar o incomodar a los alumnos. Como traen sus programas piensan que esos animales tan pequeños pueden ser peligrosos para su vida. Por lo mismo muchos de los asistentes no logran concentrarse o relajarse.
Lo mismo acontece con los locales. Para evitar su presencia en el hogar se colocan mosquiteros en ventanas y puertas o simplemente se fumiga con aerosoles mata mosquitos, cucarachas y lo que se le atraviese. Se crea una resistencia hacia esos animales “indeseables” y se intenta vanamente exterminarlos. Pero la naturaleza es sabia y, como dice un dicho: si matas una hormiga regresan cien al entierro.
¿Qué hacer ante este tipo de situaciones o “inconvenientes”? Para empezar, este mundo no le pertenece sólo a los humanos; eso creemos, es la creencia y por ella intentamos exterminar todo aquello que no sirve a nuestros fines. Se ha hecho y se sigue haciendo inclusive con los mismos humanos, mucho más con diversas especies y varias han desaparecido, otras está en ese proceso de extinción.
Una de las características de nuestro espíritu o chispa divina es la comunión, ese sentido de unión con todo lo que nos rodea. Cuando actuamos desde el Ser o nuestro Dios interno ese sentido de comunión es permanente, fluido y a la vez grandioso. Entonces nos damos cuenta que somos parte de una gran familia, de una unidad, de una creación divina. Si daño a cualquier ser sintiente me estoy dañando a mí mismo. Incluso si intento eliminar cualquier animal o plaga. En temporada de verano es muy común la proliferación de moscos, hormigas y otras llamadas alimañas.
En los yoga sutras de Patanjali, un gran maestro antiguo de la India, prescribió como uno de los principios universales el Ahimsa. Ahimnsa es no causar daño a nadie, a ningún ser sintiente. La cuestión radica en entrar en comunión con todos los seres sintientes. En el libro Autobiografía de un yogui contemporáneo, Paranhansa Yogananda relata cómo aprendió esta lección, precisamente luchando contra un mosco. Narra que estaba frente a su maestro en plena meditación cuando llegó un inoportuno mosco y clavó su pico en el muslo. Iba a soltar el manotazo cuando llegó a su mente la frase: ¡Reprime, reprime la inminente ejecución! Y su maestro le indicó: -¿Por qué no terminas la obra…?
Yogananda le preguntó a su vez: -Maestro. ¿Tú defiendes el matar?
-No, pero el golpe mortal ha quedado impreso en tu mente, le respondió a su vez su maestro Sri Yukteswar.
-No entiendo, contestó Yogananda.
- El sentido del aforismo de Patanjali es remover el deseo de matar, le replicó su maestro.
Así que cada vez que queremos exterminar una mosca, una hormiga o un mosquito porque nos molesta aflora ese deseo de matar. Yogananda entendió que el hombre puede verse obligado a exterminar las criaturas perjudiciales, pero no debe caer bajo la compulsión de la ira o la animosidad. Comprendió también que todas las formas de vida tienen derechos iguales en este mundo del maya, en nuestra realidad ordinaria actual. Cuando un hombre santo descubre los secretos de la creación entra en armonía con sus desconcertantes expresiones y arriban a ese entendimiento que anula la pasión interna por la destrucción.
Por eso, una de las leyes de la física es: Resistencia causa persistencia. Entre más me siento molesto por las hormigas o los moscos, mayor será su persistencia en invadir mi espacio. Lo único que debo hacer es relacionarme en armonía con ellos, con su esencia y es posible que nunca más me molesten. También debo hacer mi trabajo de mantener limpia la casa, compartir algún alimento en sus nidos, pero sobre todo mantener la armonía interna. Como es adentro es afuera. Eso lo saben todos los seres sintientes.
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