Principio de polaridad


Prócoro Hernández Oropeza

Después de haber transcurrido muchos años desde la muerte de Hermes Trismegisto, (la tradición afirma que vivió trescientos años), los egipcios lo deificaron e hicieron de él uno de sus dioses, bajo el nombre de Thot. Años después los griegos hicieron también de él otro de sus dioses y lo llamaron "Hermes, el dios de la sabiduría". Tanto griegos como egipcios reverenciaron su memoria durante centurias enteras, denominándole el "inspirado de los dioses", y añadiéndole su antiguo nombre "Trismegisto", que significa "tres veces grande".
De Hermes deviene el nombre de hermético, que se puede traducir como “secreto” o “reservado” debido a que estas enseñanzas eran secretas, sólo se entregaban de maestro a discípulos, a personas que estaban listas para recibirlas. Por eso este axioma expresa esa indicación: “Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.” Como tiempo después Jesús lo dijo: “El que tenga oídos que escuche”.
El cuarto principio, de los siete que legó Hermes es el de Polaridad. Este aduce que: "Todo es doble; todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son semiverdades; todas las paradojas pueden reconciliarse".
Explica que en todo existe la dualidad. Así como hay frío existe calor; el negro tiene su opuesto en el blanco; a la oscuridad, la luz; día y noche; bueno y malo, positivo y negativo, felicidad tiene su contra en la infelicidad. Lo extremos se tocan, pueden conciliarse; todo es y no es al mismo tiempo. Pero qué son los opuestos, sino los dos extremos de la misma cosa y su diferencia consiste en el nivel de gradiente. En realidad si tomamos un termómetro este no nos indica donde empieza el calor y donde el frío, dónde el blanco y donde el negro; entre ambos hay diferentes matices, diversas graduaciones. Lo mismo podemos aplicar la felicidad y su opuesto la infelicidad, alegría o tristeza.
¿Cuál es la diferencia entre grande y pequeño? ¿Cuál entre duro y blando? ¿Cuál entre alto y bajo? ¿Cuál entre positivo y negativo? El principio de polaridad explica esta paradoja. Este principio también opera en el plano mental. La importancia de comprender este principio radica en cómo transmutar, por ejemplo odio en amor. Comprender que nosotros tenemos esa capacidad de no identificarnos con la parte negativa, puesto que si nos reconocemos como hijos de la luz, del amor, entonces no nos identificaríamos con su polaridad contraria como ira, dolor, angustia, pesar, tristeza. Hemos dicho que todo es energía vibrando en diferentes frecuencias o gradientes.
La importancia de este principio también consiste en realizar la alquimia mental, es decir el arte de polarizar entendiendo que todo lo que se mueve no son más que gradaciones de una misma cosa. Luego entonces podemos transmutar las vibraciones de odio por vibraciones de amor, en la propia mente y en la mente de los demás. Esto se logra observando desde el centro de nuestro Ser, sin identificarnos ni con los contentos ni con las aversiones, en palabras de Krishna. Sólo observando desde el ojo de Dios y por tanto permaneciendo como un eterno observador. Si observo desde ese centro ya no me apego ni a los eventos negativos ni a los positivos, ni al sufrimiento ni a la felicidad. Me refiero a la felicidad que es captada por los cinco sentidos. Y es que un hermetista o un sabio conocedor de este principio sabe que todo lo que ocurre en su vida deviene de otro principio que es causa y efecto. Lo que nos ocurre ahora es producto de mis acciones pasadas, de esta o de otras vidas, pese a que muchos niegan la existencia de vidas anteriores.

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