Principio de correspondencia
Prócoro Hernández Oropeza
Otra de las siete leyes que nos legó Hermes Trismegisto, el tres veces maestro egipcio, es la Ley de Correspondencia. Se sintetiza en este axioma: Como es arriba es abajo y como es abajo es arriba. En este principio se encierra la verdad de que siempre existe una cierta correspondencia entre las leyes y los fenómenos de los varios estados del Ser y de la vida.
Este principio da la posibilidad de comprender las paradojas y los misteriosos secretos de la naturaleza. No menos importante es comprender también que existen diversos planos o dimensiones. Vivimos al mismo tiempo en siete dimensiones, pero sólo podemos captar tres en este plano material. En el mental se puede acceder a otros cuatro planos superiores que nos posibilitan conocer los grandes misterios del universo, de la creación y de la existencia de Dios y sus emanaciones.
Los antiguos maestros del hermetismo sostenían que este principio es uno de los más importantes auxiliares de la mente, por cuyo intermedio se puede descorrer el velo de Isis, el velo que oculta lo desconocido a nuestra vista. Es como desgarrar ese velo de la gran amada Isis, la madre divina, de tal forma que nos permita ver algunos rasgos de la diosa. En otras palabras, descorrer el velo de la ignorancia que cubre nuestros ojos, nuestra mente para ver a las divinidades, a los seres de luz, que existen en las otras realidades.
Como es en el cielo es en la tierra, como es arriba es abajo, significa que somos hijos de Dios y como tales somos creadores, pero no lo creemos. Podemos construir el paraíso aquí mismo, vivirlo, disfrutarlo si logramos descorrer ese velo o maya o ilusión en que nos encontramos. Esas vendas puestas por el maligno, mismas que no nos permiten reconocer nuestra grandeza divinal y nos reducen a simples soldados, cuando en realidad somos guerreros de luz, huestes celestiales.
En otro sentido esta ley también establece «que lo de fuera es una proyección de lo de dentro». Sencillamente nos indica que el mundo exterior es un fiel reflejo de mi mundo interior. Esta ley declara que puedo saber lo que está pasando dentro de mí con solo fijarme en lo que está pasando a mí alrededor.
Mi mundo externo de relaciones vendrá determinado por la persona que llevo dentro. Si soy una persona deshonesta o rencorosa ese tipo de personas y situaciones atraeré. Mi salud será el reflejo de mis actitudes mentales y emocionales internas. La forma en que la gente responda y reaccione ante mi será un reflejo de mi actitud y comportamiento hacia ella.
Si el trabajo me agobia, me siento frustrado o no soy feliz, entonces mi casa, mi lugar de trabajo e incluso el armario donde guardo mis cosas reflejarán el estado de desorden y confusión que me invade. En cualquier parte puedo percibir los efectos de esta ley de correspondencia. Todo se manifiesta desde el interior hacia el exterior
Con este principio se estudia a la mónada y se puede llegar a comprender al Arcángel. La mónada es nuestra chispa divina, es conocer nuestra fuente de luz, amor, sabiduría, verdad, nuestra verdadera esencia. Y siendo uno con ella, con la mónada entonces podremos comprender y acceder a las otras realidades donde habitan los hierofantes, los inefables maestros de luz.
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