El arte de vivir


Prócoro Hernández Oropeza

Qué es el arte sino armonía, belleza, equilibrio, paz interior, felicidad perene. Eso es lo que debiera reflejar un cuadro de pintura, una escultura, un poema, una pieza musical. Sino todas esas cualidades cuando menos algunas y esas deben generar ese estado en quienes entran en contacto con tal creación artística. Y es que esa creación deviene de lo más sublime de quien lo crea, sea consciente o inconscientemente. Lo ideal es que su hacedor tenga esa intención, la de conectarse con esa fuerza interior o con su Ser para plasmar en el papel o en el cuadro parte de esas cualidades internas.
Por eso las grandes creaciones o las más sublimes perduran a pesar del tiempo. Una composición de Beethoven o de Mozart, lo mismo que la Gioconda de Leonardo Da Vinci siguen impactando a quienes son tocados por ese halo místico o de paz y armonía. Sus creadores no eran gente común y corriente, eran seres iniciados, hombres cultos y sabios que conocían los hilos secretos de la belleza y los misterios de la vida.
Cuando un hombre o mujer logra conectarse con esos misterios, con su luz interior, entonces también puede proyectarla hacia quienes le rodean. Son seres que han logrado trascender la dualidad, que ya no se conectan ni se identifican con sus dramas o las ilusiones que le llegan a través de los cinco sentidos. Conocen los secretos para trascender la oscuridad, para no dejarse controlar por sus demonios internos. Se han liberado de ellos y como Jesús que corrió a los mercaderes que se apostaban en el templo de Dios, así ellos han logrado extirparlos y han logrado la liberación.
No tienen miedo a nada, ni angustias, ni pesares, sólo viven el aquí y ahora, el eterno presente. Saben que en la memoria, en el pasado habitan esos demonios, lo mismo que en el futuro, no en el presente. Se saben eternos y como tal sólo tratan de disfrutar la vida en armonía. Pero como le decía Krishna al guerrero Arjuna, no te identifiques ni con el contento ni con las aversiones. Son seres que han logrado desapegarse; ya no se sienten los hacedores, han renunciado al fruto de sus acciones y se han convertido en instrumentos de Dios.
Todo lo que realizan lo hacen en honor y devoción a Dios, porque admiten que en todo lo que les rodea está la mano y la presencia de Dios. Ven a Dios en cada persona y le sirven con amor. Cuando un discípulo le pregunta a Jesús que cómo podía ver al gran Padre/Madre, Jesús le responde: si no ves a dios en tu hermano que tienes enfrente cómo crees que vas a ver a Dios que es inivisble.
Todos los mensajeros que ha enviado el padre nos han dejado una guía, una cartografía para el retorno a casa, pero no los hemos escuchado, al contrario, los hemos envenenado o crucificado. Si se leen con atención los libros sagrados que nos han legado, la Biblia, el Bhagavad Gita, el Corán, los textos védicos, ahí están los caminos para el retorno al paraíso, a casa. Ahí vienen enseñanzas preciosas, las técnicas para el despertar de conciencia y para la iluminación. Obviamente esos libros deben leerse con guías, tanto internos como externos, porque detrás del primer texto o lectura existen mensajes cifrados y no todos tenemos las claves para entenderlos. Jesús lo dijo: el que tenga oídos que escuche. Como él, también Hermes Trismegisto indicaron que no se podía dar todo explícitamente porque era como darles perlas a los cerdos. Por esos Jesús enseñó en parábolas y cuando el discípulo está listo, el maestro llegará.


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