Ego de la codicia

Prócoro Hernández Oropeza
procorh@gmail.com

La codicia es una de las siete legiones egoicas que subyugan al hombre. Por codicia o avaricia el hombre es capaz de pisotear, herir y hasta matar a sus hermanos. La codicia suele disfrazarse de formas muy sutiles y a veces irreconocibles. Inclusive hay padres que enseñan a sus hijos a ser codiciosos, a no ser perdedores, a conseguir cualquier cosa sin importar los medios.

El disfraz más común de la codicia es la necesidad. Necesidad de poder, de riqueza, de bienes, mujeres. El síndrome del más. Pese a que las necesidades humanas más comunes son: pan, abrigo y refugio, es de suponerse que satisfechas, el ser humano sería feliz pero, ¿Por qué no es así?

Sencillamente la codicia siempre desea más. Afirma el maestro Samael Aun Weor que, Independientemente de lo mucho o poco que se posea, el yo de la codicia nunca está satisfecho, piensa que merece y puede tener más, siente que al poseer más cosas materiales obtendrá la tan anhelada felicidad y entonces actuará moviendo el cuerpo físico para conseguirlo, sin importarle el daño o perjuicio que pueda causar a los semejantes, las leyes terrenales o divinas que deba transgredir, los valores que vaya a corromper, las mentiras que deba decir o las justificaciones que tenga que inventar.

Mediante este ego, el hombre se apega a sus bienes materiales, tiene miedo del futuro y por lo mismo, lo poco o mucho que ha conseguido, lo cuida con mucho tesón. Le da una importancia desmedida a los bienes y al dinero, a tal grado que se depende psicológicamente de ellos. Engañado por su falsa personalidad y su ignorancia, este ego alimenta su vanidad personal, está seguro que sus bienes y riquezas, su poder le brindan prestigio social y le otorgan los medios para obtener poder más y más de esto y de aquello y se afanan por acumular más dinero, más casas, negocios, prestigio.
Cuando mueran nada de lo que generaron se lo van a poder llevar. Quizá ese mismo afán de codicia los llevó a la muerte antes de tiempo o no les permitió disfrutar la verdadera felicidad, sólo felicidad aparente y pasajera. Para la codicia, el dinero tiene propósitos psicológicos y cuando se depende de él para lograr fama, posición social, prestigio, poder o posición social, entonces ocasiona conflictos en la mente y se esfuerza para poseerlo.

El ser humano, sin saberlo, se ha dejado engañar por la falacia del yo de la codicia, el cual ha provocado una falsa apreciación. En la actualidad el dinero es indispensable para poder sobrevivir y satisfacer las necesidades físicas, sin embargo la codicia piensa que es para satisfacer las necesidades psicológicas y depende de él, le interesa obtener satisfacción y sensación. El dinero no es malo ni bueno, todo depende de dónde viene y en qué se utiliza.

La codicia individual se convierte en codicia colectiva. La codicia ha provocado graves daños a la naturaleza y al propio ser humano. Por codicia estamos dilapidando nuestros recursos naturales, contaminando mares y ríos, incrementando los niveles de temperatura, el deshielo de los glaciares, generando más miseria, odio, violencia.
Podemos acumular muchas riquezas materiales, sin embargo interiormente hay pobreza espiritual, pobreza que sólo genera miedo, descontento y perturbación mental y emocional. Sostiene Samael Aun Weor que tener dinero en demasía es fuente de temor, y no tenerlo moderadamente es fuente de dolor. Debemos trabajar para tener lo necesario, pero no debemos codiciar, no debemos olvidar jamás que la riqueza ha creado más codiciosos que la codicia hombres ricos. La codicia tiene tal poder cegador, que todos los argumentos del mundo no convencerían jamás a un hombre de que es codicioso, que el YO de la codicia se reviste con santos ropajes. El dinero es como el estiércol: no es bueno a no ser que se esparza.

La codicia ha originado el odio y las penalidades del mundo. Es causante de la guerra y de la miseria. Solamente comprendiendo y eliminando la codicia individual terminará la codicia del mundo y sus consecuencias.

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