Tu nombre, tu esencia


Prócoro Hernández Oropeza
procoroh@gmail.com
En nombre que nos asignan cuando nacemos, sea pensado, reflexionado o simplemente tomado del calendario por el día en que nacimos, no es fortuito o al azar. Detrás del designante del nombre o dador hubo una intención, consciente o inconsciente, pero conectada con la vida o el destino del designado. Y ese nombre que se nos asigna adquiere un simbolismo y va a determinar, hasta cierto punto la personalidad de quien lo asume.
El nombre es como un poderoso mantra. Un mantra es una palabra que posee una gran vibración. Es una sílaba, palabra o frase en uno de los lenguajes sagrados (como el Sánscrito o el Gurmukhi, celta) y algunas veces en castellano o inglés, el cual eleva o modifica la consciencia a través de su significado, ritmo, tono e incluso la reflexología de la lengua en el paladar. Así que nuestro nombre es como un mantra al que se debe reverenciar y honrar, nos guste o no sus sonido, significado o el idioma de donde proviene.
El nombre revela nuestra esencia y nuestro poder no sólo nuestra personalidad. Cuando mencionamos el nombre de una persona, por ejemplo Rafael, ese sonido de inmediato me revela una imagen, la de esa persona designada, pero al mismo tiempo su forma de ser, de comportarse, de reír, llorar, caminar, vestir, sufrir o vivir. Arturo Espinoza y María Zalli Folly, en su libro “Tu nombre revela tu esencia y tu poder”, afirman que nuestro nombre, aunque no lo elegimos nosotros, pero invocarlo a través de una vida, es como si tejiendo, templáramos una red que produce una vibración que irá atrayendo energías que se manifiestan gradualmente en oportunidades, tendencias, aficiones, personas, etc. y que en conjunto nos van situando en lo que será el meollo de retos de nuestro destino.
En el salmo 53, se dice ¡Oh Dios, sálvame por el poder de tu nombre! La palabra Dios es un mantra o palabra con alta vibración de energía, que pronunciada adecuadamente puede producir milagros. Porque ese nombre con el que nos bautizaron, posee un significado especial para nosotros. En su interior se encuentra la fuerza, motivaciones y posiblemente nuestro destino. Es como un tesoro que si lo descubrimos podemos salvar obstáculos y arribar a cualquier destino o vencer cualquier obstáculo, precisamente porque es un mantra que encierra parte de nuestras vidas pasadas.
Mi nombre es Prócoro, un nombre poco conocido. De pequeño la carrilla de los compañeros de clase o los amigos se mofaban de él; aún en la universidad, en son de broma, algunos me decían que me lo cambiara. Eso no me afectó ni me quitó el sueño. Hurgando en la historia el origen de mi nombre descubrí que es de origen griego, cuyo significado es: “El que progresa”. Del latín Prochorus, el que dirige el coro. Además de que Prócoro fue un santo griego que formó parte de los siete diáconos, que los apóstoles eligieron para que les prestasen ayuda; hombres llenos de fe y sabiduría.
Partiendo de este conocimiento ahora sé que mi nombre, como un mantra divino, ha orientado mi búsqueda espiritual. Obviamente que el nombre como tal no tendría mucho valor, si el que lo posee no le toma importancia o sólo lo toma como si a un perro se le asigna un nombre cualquiera. Aún así el perro, luego de escucharlo muchas veces, responde cuando le llaman, se identifica con la vibración de su nombre y sabe que se refieren a él cuando le llaman.

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