El maestro de luz

Prócoro Hernández Oropeza
procoroh@gmail.com
Los maestros juegan un papel muy importante en la formación de los niños y jóvenes. Desde que ingresan a una escuela, están siendo instruidos o educados de acuerdo a los programas oficiales, pero también desde la visión de su maestro o de los diversos maestros que pasan por sus vidas. Si ese maestro o maestra no está bien preparada, desconoce los fundamentos de una vida equilibrada y sana, en armonía y dulzura, difícilmente forjará buenos ciudadanos.
Recuerdo cuando iba en cuarto año de primaria, un maestro estaba enamorado de una de sus compañeras. Pensando que como era un infante no iba a sospechar lo que ocurría entre esas dos personas, me asignó el papel de celestino. El profesor me daba un papelito doblado y me mandaba a entregárselo a la susodicha maestra. Ella me pedía que la esperara, luego me entregaba otro recadito. Nunca los abrí, pero a mi edad sospechaba que algo ocurría en esos furtivos encuentros epistolares.
Para ser un verdadero maestro, no sólo debe enseñar con el intelecto, el conocimiento, también y esto es muy valioso, con el ejemplo. Debe ser un inspirador, una persona que promueva los más excelsos valores y ser un espejo de las virtudes. Desafortunadamente esta parte, la espiritual, es muy endeble en el sistema educativo mexicano. La mayoría de los maestros se han desligado de aquellos próceres de la enseñanza, de un Sócrates, un Diógenes o un Platón. Ellos no sólo dominaban sus cátedras, el conocimiento y la ciencia, eran un ejemplo de personas virtuosas. Eso se ha perdido y muchos maestros sólo trabajan por amor al salario, al dinero, que no a la enseñanza. No se duda que habrá muchas y honrosas excepciones, pero no es la mayoría.
Este tipo de maestros son llamados en la India, los maestros satvicos. Sus mensajes son difundidos por sus discípulos, debido a que las masas no pueden comprender a personas tan elevadas. Estos maestros no son hipócritas, son un ejemplo vivo y resplandeciente de su filosofía. No le afectan las censuras y alabanzas ya que han dejado de identificarse con el cuerpo y la mente. Viven en estado permanente de conciencia y beben de la miel de la sabiduría. En un nivel un poco inferior, pero dentro de esta categoría se encuentran los profesores satvicos B, han encarnado la sabiduría interna y experimentando el silencio interior. Este tipo de maestros, junto con sus discípulos aprenden y evolucionan juntos. El maestro aprende de sus alumnos y viceversa; existe una retroalimentación constante.
Otra categoría más inferior es el de los maestros rajásicos. Estos no tienen discípulos, solamente tienen seguidores que le alaban y él lo desea fervientemente. Son fanáticos y actúan teatralmente e intentan engañar a la humanidad y controlar a las personas controlando sus emociones. No practican lo que predican.
En un tercer nivel se ubican los profesores tamásicos. No se preparan, sólo buscan tener un trabajo asegurado, un salario seguro que les permita sobre vivir o desean ganar más para satisfacer todas sus apetencias. Por eso buscan promociones, dobles jornadas, un puesto sindical, una dirección, poder en el gremio. Este tipo de maestros son muy pragmáticos, egoístas y no aportan ningún beneficio a sus discípulos ni a la sociedad.
Un verdadero maestro es aquel que sólo busca transmitir lo mejor de su ser, de su vida para que otros trasciendan sus cegueras. Es una chispa de luz, un guía que lleva a buen puerto a todos aquellos que se acercan a su faro. Felicidades a los verdaderos maestros

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