La inspiración, fuente divina

Prócoro Hernández Oropeza
La inspiración es una acción, un pensamiento, una idea que nos permite expresar lo más bello de nuestra propia esencia. Es ese acto que nos permite conectarnos con la fuente de sabiduría y de luz que habita en nuestro interior. También se le reconoce como un estímulo o lucidez que favorece la creatividad, la solución a un problema, la generación de ideas para emprender un proyecto; en el caso de los artistas, es esa Musa, o inspiración divina que les impulsa a la creación de grandes obras de arte, desde un cuadro pictórico, una novela, un poema, una escultura o una pieza musical gloriosa.
Picasso solía decir que cuando llegara la inspiración lo encontrara trabajando. Y es que la inspiración, esa conexión con nuestra sabiduría interna no se presenta de instante en instante. Y no lo hace porque normalmente andamos distraídos, pensando en miles de cosas, principalmente de nuestra vida ordinaria.
La inspiración llega cuando nos desconectamos de la mente ordinaria, esa mente inferior o manas, como le llaman los hindúes. Esa es una mente que busca, a través del razonamiento, la deducción, la lógica, encontrar una verdad, una respuesta o un hito de inspiración. Para los griegos la inspiración es un momento de éxtasis divino, donde el artista recibe la inspiración de los dioses. Freud en el siglo XX, situó a la inspiración en la psiquis del individuo, la definió como un brote.
Vista la inspiración como un éxtasis divino es lo más próximo para describir ese momento preciso donde la inspiración, como un brote, abre la puerta a nuevas ideas, nuevos conceptos, teorías e inventos. Los grandes científicos y artistas han logrado crear ingeniosos inventos o expresiones artísticas cuando se conectan con la mente y la emoción superior, que son cualidades de nuestro Ser o espíritu.
El poeta Jaime Sabines, en relación a su creatividad decía que cuando escribía un poema se daba cuenta que este no fue construido, sino entregado gratuitamente. El poema sale como el fruto; el durazno da durazno, el peral da peras, así de esta manera gratuita, de un don, de un milagro fluye la magia del poema. El verdadero poema se entrega de forma tal que este deja de pertenecer al autor. Cuando llego a releer el poema, afirmaba Sabines, me doy cuenta de que no sé quien lo hizo. Con ello se reafirma que el poema deviene de un acto de inspiración, de conexión con lo divino.
Octavio Paz, por su parte, afirmaba que la poesía no es una actividad mágica ni religiosa, no obstante el espíritu que la expresa, los medios de que se vale, su origen y su fin, muy bien pueden ser mágicos o religiosos. Mientras que en la religión lo sagrado cristaliza en el ruego, en la oración, en el éxtasis místico, en un diálogo o relación amorosa con el creador, el poeta lírico entabla un diálogo con el mundo; en ese diálogo hay dos situaciones extremas: una de soledad y otra de comunión.
Así es, las ideas surgen inesperadamente, puede ser en la ducha, en el autobús, con la mente en blanco, en el sueño, en una meditación o contemplando un amanecer o las estrellas, de pronto nace una idea.
Beethoven decía que salía a dar sus paseos a un jardín o un lago y de pronto le llegaban sonidos maravillosos, se conectaba la música de las estrellas y luego las llevaba a las hojas pautadas, pero luego los músicos no lo entendían o no había los instrumentos para crear esas tonalidades musicales.
La inspiración, entonces, viene de esa fuente divina donde radica la sabiduría y todos poseemos esa fuente, pero nos hemos desconectado, nos hemos desconectado de nuestro real Ser.

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