Recordando a Sabines


Prócoro Hernández Oropeza
Jaime Sabines, que hoy cumple 15 años de fallecido, fue uno de los poetas que me fascinó en su momento por la sencillez, la frescura y la profundidad de su poesía. A veces un verso, dos versos o todo el poema calaba hondo en mi corazón. En otros poetas, en cambio, es necesario buscar aquella frase, imagen o metáfora que impacte a mi alma.
La poesía es una bendición o un don del corazón porque viene, no de un acto fortuito o de una simple inspiración mental. No, es un mensaje casi divino porque sus versos, como los lenguajes divinos, son de alta vibración. No por casualidad Sabines afirmaba que la poesía es “un acto gratuito, un misterio tremendo al que hemos buscado durante años en nuestra juventud, en ese encuentro tremendo de las palabras con el misterio de la vida. La poesía es un suceso, un acontecimiento, una ocurrencia de todos los días”.
Sabines no creía en los poetas de la vocación, sino en los poetas del destino, porque la poesía es como una maldición o como una bendición “que nos salva del diario morir”. Más que maldición, la poesía nos devela los misterios de la vida, anuncia nuevas profecías, desata tentaciones y a veces nos enfrenta con nuestros propios demonios internos.
La soledad, uno de los temas recurrentes de Sabines tiene su origen en el hecho de que, para Sabines, todos estamos tremendamente solos. “Vivimos una gran soledad, y la poesía como un gesto amoroso, es un puente que tendemos entre una isla y otra isla. La isla de Sara, la isla de Jaime; un puente entre nuestras propias vidas. La poesía no es más que un puente que tendemos entre una soledad y otra”. Así, de un milagro fluye la magia del poema.
No sentimos solos porque nos hemos desconectado de nuestra verdadera esencia y pensamos que vivimos huérfanos de padre y madre, no de los físicos, sino de aquellos que dieron forma y vida a este universo, a todos los universos, con todo lo que contienen, incluidos nosotros, mortales engañados por la ilusión de los perversos que controlan nuestra psique. Pero ese es el papel de la poesía, un papel redentor cuando en verdad se convierte en ese gesto amoroso que nos devela nuestra verdadera identidad, en ese puente que una un alma con otra.
La poesía, sentenciaba el poeta, es un medio de comunicación, una manera de contacto humano. Uno escribe para los demás no para uno mismo delante del espejo. Durante siglos, explicaba el escritor, todos los poetas han tratado de definir qué es la poesía. La poesía es indefinible por naturaleza. Sólo se puede hablar de ella como una aproximación. Para él es el retrato, el testimonio de la vida. Su vida. Eso hacía Sabines: retratarla en el momento preciso en que se conectaba con los demás. Hablar del amor o del dolor, de la muerte, de la angustia… de la soledad. De ahí que la poesía sea un testimonio, el retrato de una emoción más que de una idea. Estaba en contra de idealizar la poesía porque se corre el riesgo de hacer tratados de filosofía. La poesía es intentar; tratar de contagiar una emoción, de revelar un grito de desesperación o una luz de esperanza y amor.
DE LOS AMOROSOS
Uno de los poemas más reconocidos y recitados, Los amorosos fue escrito en 1949. Sabines observaría que ese poema fue, en cierta forma, un vaticinio de de los temas esenciales de sus poesía: el amor, la soledad, la presencia de la muerte y el amor a la vida fundamentalmente. Ya en los amorosos aparecen los trenes que se despiden, los gallos en la madrugada, la soledad, la angustia, el hecho de que el amor no puede ser permanente sino frágil; los alacranes en las sábanas, la sabana que flota como sobre un lago, temas que se reconcentran en la soledad, hablan de la soledad del hombre y de su amor. De ese amor que tiene que ser renovado perpetuamente a través de una mujer y de otra, a través de un hijo y de otro, de una soledad y otra. Por cuestión de espacio, sólo copio dos fragmentos de este profundo poema.
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

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