La lección más amplia

Prócoro Hernández Oropeza
Me encanta la poesía. Me fascina por ese modo tan sencillo, profundo y luminoso con que cala al alma humana. Porque cada verso es como una punzada, o más bien un halo de luz que nos lleva a la exaltación de la vida, nos descubre, en esa sencillez, lo maravilloso o increíble que es la vida humana y todo lo que le rodea.
Así por ejemplo, en este poema de Efraín Huerta, titulado “Lección más amplia, nos cuenta:
“Los hombres van cantando. Arenas, amargura, tierna vida en silencio, barcas en soledad, la caridad solar, la lluvia torturante, amor en ruinas, muros de vegetal ausencia”. Así es, todos cantamos a nuestros dramas, a la soledad, ese amor que nunca llega o si llegó se fue y nos dejó una lluvia torturante, muros en ruinas. Pero también podemos cantar lo contrario; un viento que calma nuestras tempestades internas, un amor que bendice la magia de un te quiero, un suspiro que ata dos almas a la infinitud del tiempo.
En otros versos, Huerta expresa:
“Y los hombres esperan. Rayo de luna quieta como pájaro solo, un sueño sin premura por las venas, una camelia triste por el tiempo, espinas entre plumas, el amor callado sin esfuerzo”. Todo se vale en un poema para transmitir los espasmos de un alma contrita, de un corazón al vilo de la incertidumbre. Porque en la espera uno se puede topar con espinas entre las plumas de las alas de una dama o la llegada de un amor inesperado que adviene sin ser buscado, sólo llega.
Más adelante, Efraín nos restrega este otro fragmento de su voz interior:
“Pero otra vez cantando. En la playa solemne la energía se muere, el insumiso corazón del frío, la humedad, la ternura, la lucha en que perecen luces de franco agotamiento”. A pesar de que la energía muere, las ganas se agotan, la vida perece, se puede seguir cantando. Como el ave fénix, resurgir de las cenizas, del odio, del anti amor y trascender los dramas cotidianos, los deseos insatisfechos de nuestros demonios, las ansias por comer la manzana del árbol prohibido.
¿Qué quieren? ¿Qué buscamos? Se pregunta Efraín:
“Ellos quieren el ansia. El infinito ciego, la esbelta libertad, el cielo azul, purísimo. No el destino raído, no el llanto de laureles putrefactos”. En el fondo todos buscamos este paraíso de cielo azul, purísimo, sin smog, sin telarañas, ni un destino incierto, con una libertad sin cortapisas ni leyes engorrosas que sólo la aprisionan y la ahogan de verdad.
Un poema, sin ser una proclama política, religiosa o filosófica, siempre ofrece una salida, una luz, una esperanza:
“Ellos quieren la vida, simplemente la tibia vida, en fin la dulce vida, de elemental encanto y de perfecta voz. ¡Viva de sol a sol! Vida de siempre, de hombres bajo la luz, bajo la bella sombra de una bandera de aire y hierro, al pie de una sonrisa y una espiga”. Simplemente queremos y amamos a la vida, a esta vida que nos ha tocado experimentar. Una vida viva de instante en instante, sin cortapisas, de hombres danzando bajo la luz de la verdad y con la sonrisa de las estrellas y sin miedo a la noche, ni a sus fantasmas, ni a sus temibles dioses. Estos sentimientos provienen de un hombre poeta conectado con su grandeza divina. Gracias Carlos…

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