El fruto de tu cosecha
Prócoro Hernández Oropeza
A mi padre, que se ha marchado en santa paz
Mi padre fue agricultor, no del montón, sino un ser que sabía conectarse con la madre naturaleza y obtenía excelentes regalos de ella. Sabía que si quería obtener buenos frutos de sus siembras debía realizar los trabajos necesarios para la preparación de la siembra. Abonar la tierra, eliminar maleza, rotación de los granos a sembrar, ararla y abrir canales para las corrientes de agua, entre otras múltiples tareas.
Cada años obtenía siempre buenas cosechas, así faltaran lluvias, cayera granizo o heladas. En cambio las tierras de sus vecinos se veían afectadas por esas inclemencias de la naturaleza. La diferencia estaba en el corazón y la sabiduría que usaba mi padre para obtener buenos frutos de sus siembras. Amaba su tierra, era uno con ella.
Así es nuestra mente. Lo que somos es el producto final de la calidad de nuestros pensamientos. Decía Swami Sivananda que el pensamiento es Karma mental. Karma es la suma total de nuestros actos, tanto en la vida presente como en las anteriores. No sólo significa acción, sino los resultados de esa acción. Si mis pensamientos son de fatalidad, miedo, egoísmo, rencor, envidia, lujuria, orgullo, codicia, al final eso voy a cosechar, así será mi personalidad y por tanto mis acciones y mis creaciones.
Por la ignorancia de estas leyes, como el karma, pienso que todo lo que me ocurre, todos mis infortunios, dramas y sufrimientos son producto del azar, del destino o castigos divinos. Allí donde existe una causa se producirá un efecto. Así, una semilla es la causa del árbol, que es su efecto, luego el árbol produce semillas y se convierte en la causa de las semillas. Para Swami Sivananda nada es accidental. Si mi mente limitada no es capaz de encontrar la causa de un acontecimiento, ello no significa que esta sea accidental. Todo en la naturaleza obedece a esta ley de causa y efecto.
Cuando comprendo este conocimiento empiezo a desidentificarme de lo que ocurre a mi alrededor. Ahora entiendo lo que decía el tres veces maestro Hermes Trismegisto: “Como es adentro es afuera”. Todo lo que me ocurre, las personas con las que me involucro son producto de mis atracciones. Atraigo personas, cosas y circunstancias que vibran en las mismas energías en que yo vibro. Si soy violento, irascible, mentiroso, estafador, enfadoso, ese tipo de personas y circunstancias vendrá hacia mí. En cambio, si soy amable, honesto, virtuoso, amoroso, eso mismo atraeré a mi vida. Y si por alguna circunstancia se presentan personas incómodas, situaciones perversas o dramáticas, y no me identificaré con ellas, sólo las observo desde el ojo de dios o de mi conciencia y no sufro. Sé que por algo llegaron a mi vida en este momento.
Lo interesante, sostiene Swami Sivananda, es que se puede cambiar el karma, el destino. A medida que el hombre siembra es lo que cosechará. Como el pensamiento es el karma real, este se materializa y se convierte en acción y dependiendo de tus pensamientos estos te traerán consuelo, satisfacción y comodidad o sufrimiento e infelicidad. Este poema de Pablo Neruda refleja, en parte, esta postura:
Oda a la vida
Pablo Neruda
Vida,
eres como una viña:
atesoras la luz y la repartes
transformada en racimo.
El que de ti reniega
que espere
un minuto, una noche,
un año corto o largo,
que salga
de su soledad mentirosa,
que indague y luche, junte
sus manos a otras manos,
que no adopte ni halague
a la desdicha,
que la rechace dándole
forma de muro,
como a la piedra los picapedreros,
que corte la desdicha
y se haga con ella
pantalones.
La vida nos espera
a todos
los que amamos
el salvaje
olor a mar y menta
que tiene entre los senos.
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