Pacheco y sus batallas en el desierto
Prócoro Hernández Oropeza
Como un Quijote, José Emilio Pacheco también luchó contra molinos de viento, contra los demonios de la estulticia, los desparpajos de la modernidad, las locuras del amor infantil, las primeras batallas para encontrar una razón de ser, una forma distinta de ver a los hombres, sin juzgarlos, sin despreciarlos. Claro, sólo a aquellos que se lo merecen.
Así como escribió uno de sus poemarios, “Irás y no volverás”, José Emilio se ha ido de este mundo, ya no volverá a ver a esa colonia Roma donde pasó parte de su vida, de su niñez. Dicen que cada vez que muere un poeta, hay un parto en el cielo, porque los poetas no nacen todos los días, aparecen de vez en cuando y como los mecías predican en el desierto y muchas veces no son escuchados.
Y aquellos que nacen con ese designio, no todos relumbran o dejan honda huella en la memoria colectiva. Pacheco no presumía, ni le interesaba. “Yo no me asumo como nada, yo escribo nada más; no puedo tener un propósito delineado. Lo que sale es realmente lo que pienso, pero que no sabía que pensaba”, señaló, en cierta ocasión.
Considerado como poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano, gracias a su cultura literaria y a su sensibilidad poética lo convirtieron en uno de los miembros más destacados de la llamada Generación del Medio Siglo.
El mar sigue adelante
Entre tanto guijarro de la orilla
no sabe el mar
en dónde deshacerse
¿Cuándo terminará su infernidad
que lo ciñe
a la tierra enemiga
como instrumento de tortura
y no lo deja agonizar
no le otorga un minuto de reposo?
Tigre entre la olarasca
de su absoluta impermanencia
Las vueltas
jamás serán iguales
La prisión
es siempre idéntica a sí misma
Y cada ola quisiera ser la última
quedarse congelada
en la boca de sal y arena
que mudamente
le está diciendo siempre:
Adelante
Lo mismo le cantaba a los sapos, que al mar, al búho o al pavo real, a Veracruz o Niágara Falls. También se recreaba con el viento:
Siempre Heráclito
El viento pasa y al pasar se desdice.
Se lleva el tiempo y desdibuja el mundo.
Somos la piedra a la mitad del torrente:
Siempre igual y distinta a cada segundo,
Pulida por incesantes aguas del cambio
Afirman sus críticos que la conciencia de lo efímero fue uno de sus temas centrales, pero su poesía es a menudo irónica, llena de notas de humor negro y parodia, y muestra una continua experimentación en el plano formal. Para Pacheco, el poeta es el crítico de su tiempo y un metafísico preocupado por el sentido de la historia. Cree en el carácter popular de la escritura, que carece de autor específico y pertenece a todos.
Dejó una vasta producción literaria, tanto novelas, poesía, artículos y ensayos, lo cual habla de su gran dominio de los géneros literarios y de su don creativo. Su lenguaje no era rebuscado, más bien sencillo, diáfano y sutil como este poema breve que habla del gato:
Ven acércate más
Eres mi oportunidad
De acariciar al tigre
-y de citar a Baudelaire.
El juego de pensamientos y metáforas hace que unas simple líneas o versos trasciendan su estrechez o su brevedad. ¿Has visto una noche constelada de nieve? ¿O acaso la nieve es una pregunta que deja caer millones de signos de interrogación sobre el mundo?
Noche y nieve
Me asomé a la ventana y en lugar de jardín hallé la noche
enteramente constelada de nieve
La nieve hace tangible el silencio y es el desplome de la
luz y se apaga
La nieve no quiere decir nada: Es sólo una pregunta que
deja caer millones de signos de interrogación sobre el mundo
Como un Quijote, José Emilio Pacheco también luchó contra molinos de viento, contra los demonios de la estulticia, los desparpajos de la modernidad, las locuras del amor infantil, las primeras batallas para encontrar una razón de ser, una forma distinta de ver a los hombres, sin juzgarlos, sin despreciarlos. Claro, sólo a aquellos que se lo merecen.
Así como escribió uno de sus poemarios, “Irás y no volverás”, José Emilio se ha ido de este mundo, ya no volverá a ver a esa colonia Roma donde pasó parte de su vida, de su niñez. Dicen que cada vez que muere un poeta, hay un parto en el cielo, porque los poetas no nacen todos los días, aparecen de vez en cuando y como los mecías predican en el desierto y muchas veces no son escuchados.
Y aquellos que nacen con ese designio, no todos relumbran o dejan honda huella en la memoria colectiva. Pacheco no presumía, ni le interesaba. “Yo no me asumo como nada, yo escribo nada más; no puedo tener un propósito delineado. Lo que sale es realmente lo que pienso, pero que no sabía que pensaba”, señaló, en cierta ocasión.
Considerado como poeta, narrador, ensayista y traductor mexicano, gracias a su cultura literaria y a su sensibilidad poética lo convirtieron en uno de los miembros más destacados de la llamada Generación del Medio Siglo.
El mar sigue adelante
Entre tanto guijarro de la orilla
no sabe el mar
en dónde deshacerse
¿Cuándo terminará su infernidad
que lo ciñe
a la tierra enemiga
como instrumento de tortura
y no lo deja agonizar
no le otorga un minuto de reposo?
Tigre entre la olarasca
de su absoluta impermanencia
Las vueltas
jamás serán iguales
La prisión
es siempre idéntica a sí misma
Y cada ola quisiera ser la última
quedarse congelada
en la boca de sal y arena
que mudamente
le está diciendo siempre:
Adelante
Lo mismo le cantaba a los sapos, que al mar, al búho o al pavo real, a Veracruz o Niágara Falls. También se recreaba con el viento:
Siempre Heráclito
El viento pasa y al pasar se desdice.
Se lleva el tiempo y desdibuja el mundo.
Somos la piedra a la mitad del torrente:
Siempre igual y distinta a cada segundo,
Pulida por incesantes aguas del cambio
Afirman sus críticos que la conciencia de lo efímero fue uno de sus temas centrales, pero su poesía es a menudo irónica, llena de notas de humor negro y parodia, y muestra una continua experimentación en el plano formal. Para Pacheco, el poeta es el crítico de su tiempo y un metafísico preocupado por el sentido de la historia. Cree en el carácter popular de la escritura, que carece de autor específico y pertenece a todos.
Dejó una vasta producción literaria, tanto novelas, poesía, artículos y ensayos, lo cual habla de su gran dominio de los géneros literarios y de su don creativo. Su lenguaje no era rebuscado, más bien sencillo, diáfano y sutil como este poema breve que habla del gato:
Ven acércate más
Eres mi oportunidad
De acariciar al tigre
-y de citar a Baudelaire.
El juego de pensamientos y metáforas hace que unas simple líneas o versos trasciendan su estrechez o su brevedad. ¿Has visto una noche constelada de nieve? ¿O acaso la nieve es una pregunta que deja caer millones de signos de interrogación sobre el mundo?
Noche y nieve
Me asomé a la ventana y en lugar de jardín hallé la noche
enteramente constelada de nieve
La nieve hace tangible el silencio y es el desplome de la
luz y se apaga
La nieve no quiere decir nada: Es sólo una pregunta que
deja caer millones de signos de interrogación sobre el mundo
Comentarios