La humildad nos hace grandes

Prócoro Hernández Oropeza
“Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande.” Rabindranath Tagore
La humildad es una virtud contraria a la arrogancia, orgullo o vanidad. El concepto de humildad ha perdido parte de su semántica, de tal forma que en la cotidianeidad la gente la reduce a una segunda connotación o como un sinónimo de pobreza. De hecho, los diccionarios reconocen ese segundo aspecto definiéndolo como la condición de la persona de clase baja, con pocos recursos económicos.
En el otro aspecto semántico, se reconoce a la humildad como una cualidad del carácter de una persona que le hace restar importancia a sus propios logros y virtudes y reconocer sus defectos y errores como la soberbia y la vanidad. En realidad, la humildad es una virtud, más que una cualidad de nuestro carácter, es parte intrínseca de nuestra propia esencia, sólo que por desconocimiento o ignorancia, le restamos importancia, siendo que es una de las virtudes más hermosas del hombre.
Miguel de Cervantes dice en el famoso Diálogo de los Perros que "la humildad es la base y fundamento de todas virtudes, y que sin ella no hay alguna que lo sea." Porque una persona modesta y discreta, que no presume ni es egoísta, no sólo enriquece a las demás virtudes, sino también a su propia personalidad y a su conciencia.
Una persona humilde, modesta no se vanagloria de sus éxitos, no presume, no tiene porque competir con nadie. En la tradición Sikh existe ejemplos de varios gurús o maestros que practicaron esta verdad, lo mismo que Jesús cuando lavó los pies a sus discípulos. Guru Nanak, un gran maestro realizado de la India, se convirtió en una persona muy sabia desde pequeño y es considerado el guru de la humildad. Más bien ya traía esa sabiduría desarrollada y sólo se abrió a ella.
En uno de su múltiples viajes, en una aldea se topó con otro guru. Éste, al saber de su estancia en su pueblo, lo retó a debatir los textos védicos, antiguos textos sagrados. Nanak aceptó y luego de escuchar a su contrincante, quien por cierto, con mucha maestría disertó sobre esos libros sagrados. Cuando le tocó el turno a Guru Nanak, Este pidió que le trajeran a hombre más tonto del pueblo. Le llevaron a un aguador. Nanak les dijo que le dieron de comer de las mejores viandas. Luego de haber terminado de comer, Nanak le tocó la cabeza del aguador con su bastón y le pidió que disertara sobre los libros sagrados védicos. El aguador disertó mucho mejor que el adversario de Nanak y al ver tal prodigio, ese guru vanidoso se postró ante Nanak reconociendo su gran sabiduría.
En otro de sus múltiples viajes se encontró con grupo de yoguines que eran diestros en el manejo de poderes mentales. Al ver la presencia de un guru, los yoguines lo retaron a probar su sabiduría. El jefe, Vhartari, le dijo que si tenía poderes que los demostrase. Acto seguido le pidió a uno de sus discípulos que se elevara y así lo hizo hasta que desapareció en el infinito. Vhartari conminó a Nanak que lo encontrase. Nanak no se movió de su lugar sólo se quitó sus zapatos y estos desaparecieron en el cielo. Poco después el yogui que se había esfumado apareció siendo perseguido y golpeado por los zapatos de Nanak.
Los maestros realizados no presumen, no se vanaglorian de sus poderes o éxitos, son humildes y reconocen la grandeza de cada uno de quienes le rodean. Lo hacen porque ven a Dios en cada uno de sus semejantes y por supuesto se postran ante ese dios interior, que es nuestro propio Dios. Todos somos uno, Dios y yo, yo y Dios, somos uno.



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