El estado fallido

Prócoro Hernández Oropeza
En realidad México no es el único país donde se ha fallado a la humanidad. En todo el mundo se cometen grandes crímenes, no sólo contra el hombre, sino con todo lo que le rodea. El hombre se ha convertido en una máquina depredadora; devora animales, plantas, árboles, recursos naturales, todo movido por sus deseos y placeres. La gula no tiene límites, el deseo, el placer es lo que mueve a esta máquina humana.
Los gobernantes en el mundo sólo sirven a sus propios apetitos de poder, de placer, de riqueza de vanidad. Son poso los gobernantes que han trascendido estas ilusiones o bajezas e infamias y han actuado desde su corazón, inspirados por el amor, la compasión, el servicio. El servicio desinteresado es una práctica hermosa, que pocos lo realizamos. En India a este servicio desinteresado le llaman Karma Yoga. Es un servicio devocional que se hace, no para complacer al yo o a los yoes de la vanidad, el orgullo, el poder, el éxito personal, sino para servir a Dios. Pero es un servicio no meramente ritualístico o mecánico.
Quien sirve a Dios, desde esta perspectiva, es que ha renunciado al fruto de sus acciones; él no es el hacedor, es la voluntad de su Dios interno el que hace. Yo no sirve al ego o a los egos, sino a su esencia divina y ve a Dios en cada uno de sus semejantes. Para él todo es sagrado y lo respeta, lo cuida y lo protege. Karma Yoga, entonces, es el rendimiento de las acciones de la vida a la Divinidad, es permanecer equilibrados, sin apego al éxito o al fracaso. Es el yoga de la acción que purifica el corazón y prepara el Antahkarana (el corazón y la mente) para la recepción de la Luz Divina. El punto importante es que se debe servir al Ser sin ningún apego o egoísmo. Karma Yoga es trabajar desinteresadamente, sintiendo que tú eres sólo un instrumento y que el Señor está trabajando a través de ti. Si entregas las acciones y sus frutos al Señor, serás liberado de las ataduras del Karma y disfrutarás la paz.
Este tipo de servicio es difícil encontrar entre los gobernantes del mundo actuales. Uno de sus ejemplos fue Nelson Mandela, antes se conoció la tenacidad de Gandhi; son pocos los hombres que están dispuestos a renunciar a sus acciones y ponerse al servicio de la divinidad, de la humanidad.
En México, los políticos y gobernantes están muy alejados de estos preceptos del karma Yoga. Sólo sirven a sus intereses de partido, inclusive ni siquiera son fieles a sus partidos, sólo a sus facciones o a sus fines personales. Ahí está Michoacán, un estado fallido, donde la violencia y los grupos criminales hicieron lo que quisieron, impusieron su ley de miedo, muerte y cacicazgo con la complacencia de los gobiernos federal, estatal y municipal.
Esto motivó a los ciudadanos a tomar las armas y crear sus propias fuerzas de defensa. Los líderes del narco terror vivían y se movían con plena libertad, haciendo y deshaciendo e imponiendo y sojuzgando a los ciudadanos pacíficos y trabajadores. Antes los narcotraficantes tenían el código de no atacar a los civiles o a quienes no se metieron con ellos; sólo hacían ajustes de cuentas con sus enemigos. Inclusive debían respetar a las familias de esos enemigos. Con el paso del tiempo, esos códigos fueron rotos y no sólo eso, se dieron el lujo de extorsionar al ciudadano común y corriente y a cobrarles casi su derecho a vivir, como en ciertas películas de ficción. Ante la incapacidad o la complicidad del estado y su gobierno, los ciudadanos se revelaron, se armaron y se levantaron en armas y están dando la batalla para liberarse de esa dominación. Tarde ha reaccionado el gobierno mexicano y no sabe ni cómo va a acabar esa película dantesca. Una lección cuando menos se desprende de esa realidad dramática: que los narcos y otros bandos criminales se maten entre ellos y no afecten a los civiles, porque de hacerlo, ahí está la lección de los michoacanos: las armas. No es la mejor opción ni la deseada, pero ante la complacencia, cobardía o incapacidad del gobierno, no hubo otra opción. Es una lección de respeto a la vida y a la libertad.

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