Resistencia es persistencia
Prócoro Hernández Oropeza
Una de las leyes de la física y de la metafísica aduce que aquello que más resistimos mayormente persiste. Entre más resistas alguna contrariedad, amenaza, temor, angustia ésta tiende a fortalecer las energías que intencionalmente opones o rechazas.
Cuando nos rendimos y ya no luchamos resistiendo, por ejemplo un miedo, éste se diluirá, se perderá en el vacío. Les cuento una anécdota personal. Una ocasión mi padre me envío al rancho de un tío que estaba a una hora de nuestra casa, a trote de caballo. Tendría unos nueve o diez años de edad. El rancho se encontraba en el campo, al cual nunca había ido, sólo lo había visto de lejos. Ya era tarde cuando salí de casa, a lomo de caballo y llevando otros dos más, pues mi padre y dos tíos se fueron a pie, intentando cazar un conejo para la cena. Yo llevaba alimentos y cobijas, pues allá pernoctaríamos.
Antes de llegar al rancho debía pasar por una ex hacienda abandonada, donde se contaba que la muerte se aparecía. Cuando arribé a esa ex hacienda ya estaba oscuro y el miedo se apoderó de mí. Cerré los ojos y me dejé guiar por los caballos; sólo se escuchaba el trote de los caballos que rebotaban como ecos en la oscuridad. Como a medio kilómetro el camino se incrustaba en un bosque de sabinos y pinos. Como estaba oscuro no podía distinguir para donde continuar. El miedo se apoderó otra vez de mí. Paré los caballos y me quedé unos largos minutos razonando, con esa mente enloquecida por el miedo. Una me decía que regresara, otra me aconsejaba lo contrario porque tenía que pasar otra vez por el rancho y que tal si se aparecía la muerte; una más me decía que si retornaba mi padre se enojaría y pagaría serias consecuencias. Una débil voz me instaba a dejar el miedo y continuar. Luego de varias indecisiones le hice caso a la voz interior y me dejé guiar por los caballos; el miedo se fue diluyendo. Después de caminar unos quince minutos pude apreciar a lo lejos la silueta del rancho.
Ahora entiendo que resistencia es igual a persistencia y la sabiduría está en rendirse. No podemos deshacernos de algo que no queremos empujándolo fuera de nuestra experiencia. Cuánto más atención demos a empujarlo, más nos empujará de vuelta a nosotros, como en este caso el miedo.
A veces pensamos que podemos deshacernos de un problema que no queremos simplemente empujándolo fuera de nuestra mente. La mayoría de las veces, cuanto más empujamos, más nos empuja para volver: lo que resistes persiste.
Hay una historia de un monje Tibetano, quién se marcha a una cueva a meditar y allí le avasallan demonios. Él lo intenta todo para que se marchen de la cueva: los persigue, luchan contra ellos, se esconde, pero finalmente cuando se rinde, éstos se desvanecen. Simplemente dejó que los demonios le aportaran lo que tenían que enseñarle y entonces, sin más, desaparecieron.
El gran sabio Chino Lao Tsé, considerado el fundador del taoísmo, de su “Libro de la vía y de la virtud” extraigo este texto:
VIII La Naturaleza espontánea.
La suprema verdad procede como el agua. El agua llega a todas las cosas y las favorece, porque no busca el poder.
El agua permanece en los lugares que otros desdeñan.
Esto hace que se parezca al Tao.
Viviendo halla la alegría de vivir.
Sintiendo encuentra el sentimiento.
Siendo amigo de todos encuentra la armonía.
Ama la veracidad en sus palabras.
Ama el orden y la justicia en el gobierno.
Actúa con justa medida y es oportuno en la acción.
Así, al no haber lucha, no se impone, no existe el daño.
Al no haber lucha, es decir resistencia, no se impone, no existe el daño y halla la alegría de vivir, sólo fluyendo libremente como el agua, a quien nada ni nadie detiene.
Una de las leyes de la física y de la metafísica aduce que aquello que más resistimos mayormente persiste. Entre más resistas alguna contrariedad, amenaza, temor, angustia ésta tiende a fortalecer las energías que intencionalmente opones o rechazas.
Cuando nos rendimos y ya no luchamos resistiendo, por ejemplo un miedo, éste se diluirá, se perderá en el vacío. Les cuento una anécdota personal. Una ocasión mi padre me envío al rancho de un tío que estaba a una hora de nuestra casa, a trote de caballo. Tendría unos nueve o diez años de edad. El rancho se encontraba en el campo, al cual nunca había ido, sólo lo había visto de lejos. Ya era tarde cuando salí de casa, a lomo de caballo y llevando otros dos más, pues mi padre y dos tíos se fueron a pie, intentando cazar un conejo para la cena. Yo llevaba alimentos y cobijas, pues allá pernoctaríamos.
Antes de llegar al rancho debía pasar por una ex hacienda abandonada, donde se contaba que la muerte se aparecía. Cuando arribé a esa ex hacienda ya estaba oscuro y el miedo se apoderó de mí. Cerré los ojos y me dejé guiar por los caballos; sólo se escuchaba el trote de los caballos que rebotaban como ecos en la oscuridad. Como a medio kilómetro el camino se incrustaba en un bosque de sabinos y pinos. Como estaba oscuro no podía distinguir para donde continuar. El miedo se apoderó otra vez de mí. Paré los caballos y me quedé unos largos minutos razonando, con esa mente enloquecida por el miedo. Una me decía que regresara, otra me aconsejaba lo contrario porque tenía que pasar otra vez por el rancho y que tal si se aparecía la muerte; una más me decía que si retornaba mi padre se enojaría y pagaría serias consecuencias. Una débil voz me instaba a dejar el miedo y continuar. Luego de varias indecisiones le hice caso a la voz interior y me dejé guiar por los caballos; el miedo se fue diluyendo. Después de caminar unos quince minutos pude apreciar a lo lejos la silueta del rancho.
Ahora entiendo que resistencia es igual a persistencia y la sabiduría está en rendirse. No podemos deshacernos de algo que no queremos empujándolo fuera de nuestra experiencia. Cuánto más atención demos a empujarlo, más nos empujará de vuelta a nosotros, como en este caso el miedo.
A veces pensamos que podemos deshacernos de un problema que no queremos simplemente empujándolo fuera de nuestra mente. La mayoría de las veces, cuanto más empujamos, más nos empuja para volver: lo que resistes persiste.
Hay una historia de un monje Tibetano, quién se marcha a una cueva a meditar y allí le avasallan demonios. Él lo intenta todo para que se marchen de la cueva: los persigue, luchan contra ellos, se esconde, pero finalmente cuando se rinde, éstos se desvanecen. Simplemente dejó que los demonios le aportaran lo que tenían que enseñarle y entonces, sin más, desaparecieron.
El gran sabio Chino Lao Tsé, considerado el fundador del taoísmo, de su “Libro de la vía y de la virtud” extraigo este texto:
VIII La Naturaleza espontánea.
La suprema verdad procede como el agua. El agua llega a todas las cosas y las favorece, porque no busca el poder.
El agua permanece en los lugares que otros desdeñan.
Esto hace que se parezca al Tao.
Viviendo halla la alegría de vivir.
Sintiendo encuentra el sentimiento.
Siendo amigo de todos encuentra la armonía.
Ama la veracidad en sus palabras.
Ama el orden y la justicia en el gobierno.
Actúa con justa medida y es oportuno en la acción.
Así, al no haber lucha, no se impone, no existe el daño.
Al no haber lucha, es decir resistencia, no se impone, no existe el daño y halla la alegría de vivir, sólo fluyendo libremente como el agua, a quien nada ni nadie detiene.
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