Nuestra cárcel

Prócoro Hernández Oropeza
En esta vida hay de presos a presos. Unos, quienes están pagando una condena por algún delito que cometieron. Ellos viven en doble prisión, la de la cárcel física y la de su mente. Existe otro tipo de presos, podríamos decir, presos de conciencia, que somos la mayoría de la humanidad.
Aunque no lo queramos reconocer somos prisioneros, vivimos como prisioneros, pensamos y actuamos como prisioneros. En la cárcel de la mente, se mueven muchos yoes que actúan, piensan y sienten por nosotros. Vivimos como ese hombre singular que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco, y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso:
--Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?
Y el preso contestó:
--¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?
Por falta de discernimiento puro no nos damos cuenta que no sólo estamos en cautiverio, sino que ni siquiera llegamos a darnos cuenta de que lo estamos. En realidad no nos damos cuenta de nuestra condición de presos. Presos de las angustias, preocupaciones, celos, ira, orgullo, envidia, pereza, gula, avaricia. En el interior de nuestra psique viven y cohabitan miles de yoes controlando nuestra vida. Un yo quiere comer, otro leer un libro, otro caminar, uno más ir al cine, otro descansar, otro piensa en cómo resolver un problema, aquel cómo conquistar a una dama, y así al infinitum. Nuestra vida no está en paz cuando nos dejamos controlar por esos seres que se han apoderado de nuestra psique.
Con justa razón los maestros afirman que el ego es una mentira muy bien elaborada, lo es porque pensamos que esos agregados somos nosotros y nos creemos esa falacia. Bajo esta condición es difícil darnos cuenta en realidad quiénes somos. Vivir bajo esa lógica sólo nos causa dolor y sufrimiento. Sólo pocos, muy escasos momentos encontramos paz interior, felicidad, amor. Nuestra energía, bajo está dinámica se mueve del amor al anti amor, de la felicidad a la tristeza, de la alegría al enojo, de la envidia a la satisfacción.
Cuando dejamos de identificarnos con esos agregados psicológicos, cuando percibimos que más allá del enojo, la ira, tristeza, placer, está el amor incondicional, la verdadera paz y felicidad, entonces seremos libres. Liberados de todas esas energías tomaremos conciencia de nuestra verdadera identidad. Comprenderemos que antes que ser un hombre que vino a buscar experiencias espirituales, somos espíritus habitando en cuerpo físico y experimentando la vida humana a través de él.
Guru Nanak enseñó esta frase para recordarle al ego quienes somos: Sat nam, que significa: Mi identidad es verdad, es divina. Es Dios viviendo a través de mí. Eso debiéramos ser, un instrumento de nuestro Dios interno, un ser expresando lo divino a través de los pensamientos, emociones y voluntad. Pero como estamos dormidos, hipnotizados por esos yoes, somos sólo expresión de sus energías, expresión del enojo, ira, resentimiento, tristeza, celos, miedos, angustias. Por eso muy pocas veces expresamos el amor, las virtudes, que son lo contrario de las energías de nuestros demonios internos, de nuestros carceleros.



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