Las once ovejas

Prócoro Hernández Oropeza

Aún llegan a mis oídos aquellas palabras de reproche, un reproche amoroso, que mi madre decía cuando nos enviaba a realizar algún mandado y tardábamos más de lo esperado: “Parece que vienes arreando tus once ovejas”. En México decimos mandado cuando se nos envía realizar un pedido o trabajo, como ir a comprar las tortillas o algún producto a una tienda o entregar un recado a alguien.
Así que caminar como si estuviera arriando once ovejas significa que caminamos lento o nos tardamos más de lo necesario porque nos embromamos o desviamos del camino. Era natural que de pequeños, en el trayecto al mandado, nos encontrásemos con algún amigo y nos pusiéramos a platicar o compartir un juego de canicas. Esto también se manifiesta en el camino espiritual. Cuando decidimos abrazar o andar un camino espiritual, podemos ir rápido o lento, como arriando esas once ovejas. En otras ocasiones nos desviamos del camino por esos juegos de la mente controlada por los yoes. Unos te dicen que busques otros juegos más placenteros o caminos más fáciles o dejes de creer, no es para ti o aún no es tu tiempo. Muchas distracciones de la mente nos atrasan en nuestro desarrollo espiritual.
La mayoría se queda a mitad del camino, se desespera porque no ve resultados, no adquiere poderes, no ve que la iluminación o santidad sean fáciles de adquirir. Otros se desilusionan porque su maestro no es lo que quisiera o como le dicta su mente que debe ser. Le sucede como al discípulo de este cuento hindú:
Auténtico milagro
Un hombre se presentó a un maestro y le dijo:
-Mi anterior maestro ha muerto. Él era un hombre santo capaz de hacer muchos milagros. ¿Qué milagros eres tú capaz de realizar?
-Yo cuando como, como; cuando duermo, duermo -contestó el maestro.
-Pero eso no es ningún milagro, yo también como y duermo.
-No. Cuando tú comes, piensas en mil cosas; cuando duermes, fantaseas y sueñas. Yo sólo como y duermo. Ese es mi milagro.
Muchos encontramos el camino correcto o el que escogió nuestro verdadero Ser, pero la mente contaminada nos mete distracciones, confusiones, dudas, no sólo de ese camino, sino también de los maestros o de los discípulos y echamos por la borda todo lo que hemos avanzado. Nos pasa lo que a ese discípulo que quiere ver en su maestro a un mago encantador, un hombre con poderes sobrenaturales. Un maestro sólo es un canal de sabiduría que no necesita exhibir sus poderes o su sabiduría, enseña con el ejemplo. Y a veces los maestros son duros y regañan fuerte, pero lo hacen con amor, como mi madre. Lo hacen para que despertemos y comprendamos nuestra naturaleza. Les pongo otro cuento que ejemplifica esta verdad.
Falso conocimiento

Un hombre se presentó a un maestro con la solicitud de que lo aceptase como discípulo.
El maestro lo interrogó acerca de sus conocimientos:
-¿Qué es para ti lo real?
- Todo lo que nos envuelve es fenoménico. La verdadera naturaleza de lo real es el vacío -contestó el hombre.
En aquel mismo momento el maestro le pegó un fuerte golpe. Lleno de ira, el visitante se levantó amenazante.
-Si todo es vacío, ¿de dónde te viene esa furia? -preguntó el maestro. Upss.




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