La rendición y la renuncia

Prócoro Hernández Oropeza
La palabra rendición posee varios significados. El más conocido quizá se da en el argot militar cuando el enemigo, luego de una intensa y cruel batalla, se ve obligado a rendirse, a entregar las armas a sus adversarios. Eso mismo ocurre en nuestro interior cuando, consciente o inconscientemente nos rendimos ante el enemigo, sea este el miedo, la tristeza, el orgullo, la vanidad, la lujuria, la codicia… nos rendimos y nos convertimos en esclavos de nuestros deseos, pensamientos, emociones, de nuestros yoes.
Pero también existe otra connotación que tiene que ver con soltar, dejar ir, fluir la tristeza, el miedo, el sufrimiento, el dolor. Esto sucede cuando nos desapegamos de nuestros deseos, de nuestras pasiones. O mejor dicho, cuando nos desidentificamos de esas ilusiones del yo y descubrimos que somos más que esas sombras.
Eckhart Tole sostiene que el universo fenoménico entero existe debido a la tensión entre los opuestos. Caliente y frío, crecimiento y decadencia, ganancia y pérdida, éxito y fracaso, las polaridades que forman parte de la existencia, y por supuesto parte de todas las relaciones. Aquí surge una pregunta: ¿es que acaso nunca podemos deshacernos de las polaridades? Desde el plano de la forma, sostiene Tole, no podemos deshacernos de las polaridades. Sin embargo, podemos trascender las polaridades a través de la rendición. Estás entonces en contacto con un lugar más profundo dentro de ti donde, por así decirlo, las polaridades ya no existen. Siguen existiendo en el plano externo. Sin embargo, incluso allí, algo cambia en la forma en que las polaridades se manifiestan en tu vida cuando estás en un estado de aceptación o renuncia. Las polaridades se manifiestan de una manera más benigna y suave.
Al respecto, krishna, e sus diálogos con Arjuna, afirma que cuando alguien adquiere el conocimiento pleno, sabe que cada uno de sus esfuerzos está desprovisto del deseo de complacer los sentidos y por tanto a esos yoes. Entonces, abandonando todo apego a los resultados de sus actividades, siempre satisfecho e independiente, él no ejecuta ninguna acción fruitiva, aunque esté dedicado a toda clase de actividades. Puede ser un bombero, un periodista o un político, pero ya no se siente cautivo de sus acciones porque está consciente que él es un instrumento divino, un siervo de la verdad. Sólo cumple con su deber lo mejor que puede y le deja todo a la suprema personalidad de Dios. Hágase tu voluntad, no la mía.
Una persona así de desapegada siempre estará libre de las relaciones resultantes de lo bueno y lo malo, es como si no estuviera haciendo nada. Esta persona, sigue diciendo Krishna, se satisface con las ganancias que vienen por sí mismas; ha superado la dualidad, está libre de toda envidia y es estable tanto en el éxito como en el fracaso. Por eso, esa persona nunca se enreda aunque ejecute acciones.
Esto es rendirse a la vida, dejar expresar esa divinidad que ha estado oprimida durante muchas vidas, milenios. Krishna le denomina renunciación, que significa renunciar al deseo de complacer los sentidos y por tanto a los yoes. Una persona que logra este estado de renunciación o rendición a su Ser supremo, ya no actúa para complacer los sentidos ni se ocupa de actividades fruitivas o de placer.
Tole arguye que cuanto más inconsciente seas, más identificado estás con la forma, los sentidos. Cuanto más apegado estás a la forma, menos rendido (entregado) estás, más extrema, violenta o cruel es tu experiencia de las dualidad. Hay personas en este planeta que viven prácticamente en el infierno y en el mismo planeta hay otros que viven una vida relativamente pacífica. La diferencia está en su enfoque de la vida. Los primeros están apegados a esas formas, complaciendo sus sentidos y deseos y por tanto sufriendo cuando sus expectativas, la de los deseos, no son complacidas. Las del segundo tipo, los que están en paz interior aún experimentan las polaridades, pero de una forma mucho más benigna. La forma en que las polaridades se experimentan cambia. Las propias polaridades no se pueden eliminar, pero nuestra percepción de ellas cambia y no nos afecta más. El universo entero se vuelve algo más benevolente. Ya no es tan amenazante. El mundo ya no se percibe como hostil, que es como el ego lo percibe. Cuando arribamos a este estado de progresión espiritual podemos observar la dualidad y no caer en los opuestos o cuando menos nos identificamos menos.
Cuando realizamos un trabajo interior de eliminación de esos yoes que nos mantienen en la dualidad, podemos trascender esa dualidad y entonces sí, rendirnos en absoluto al amor, a la compasión, a las virtudes, a Dios. Se adquiere el conocimiento superior y ya, como diría Krishna, no nos apegamos ni al contento ni al sufrimiento. Nada nos perturbará y seremos uno con Dios. Uno con el universo. Uno con todo.

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Eliely ha dicho que…
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