Buenos días, buenas tardes

Prócoro Hernández Oropeza
En todos los pueblos y culturas se usa una o más palabras para expresar el saludo o despedida. En México se usa la palabra Buenos Días. Con esa palabra se solía saludar a cualquier persona, aún siendo desconocida. Era una falta de respeto no dar el saludo de buenos días. Buenos días, buenas tardes, hasta mañana, buenas noches, palabras que mecánica o conscientemente expresa un deseo positivo y alentador.
En las grandes o medianas ciudades donde las relaciones humanas se han complicado o masificado, es imposible saludar a todos con quienes nos topamos en el camino con el buenos días o buenas tardes. Es casi imposible y en todo caso será cuestión del ánimo con que nos despertemos. No me había dado cuenta que había caído en el mecanicismo o robotismo. Caminamos imbuidos en miles de pensamientos, hecho que no nos permite mirar a las personas que se cruzan en nuestros caminos. Subimos aun camión, nos sentamos al lado de alguien y ni siquiera cruzamos una palabra, una mirada, un gesto con ese alguien.
Nos vemos como extraños, ajenos y extranjeros en nuestra propia tierra. Es posible que el temor sea uno de los resortes que nos han evitado relacionarnos o siquiera cruzar una palabra con extraños. Extraños entre comillas porque al final de cuenta todos somos parte de una familia, pero algo, el sistema, los hábitos, las ideologías, las costumbres, la cultura o las religiones nos han hecho creer que somos diferentes. Que los mexicanos somos una raza diferente a los norteamericanos, chinos, japoneses o rusos.
Esta era que vivimos es de la quinta raza, la aria, de la cual los mexicanos, los latinos somos una expresión, lo mismo que los de raza amarilla, negra o blanca. Como aparentes culturas diferentes tenemos nuestra propia historia, dioses y semidioses, rituales y valores culturales, pero en el fondo todas apuntan a una sola verdad. Somos hijos de un solo padre/Madre y algún día tendremos que retornar a ese origen.
Ahora estamos divididos por fronteras, no sólo físicas, sino y sobre todo, mentales. Estas últimas son las que nos separan de los otros, pensando que cada uno vino a vivir su propia vida de forma independiente. Y es verdad cada uno venimos a experimentar una vida más y nos vamos a relacionar con algunas personas en mayor grado que con otras; primero con la familia en que nacimos, luego con los amigos del vecindario, los compañeros de las escuelas en sus diferentes grados, con los compañeros de trabajo y posteriormente con nuestras esposas e hijos propios. Y pensamos que todo esto es fortuito, llegó por casualidad.
Para intentar no verme separado de mis hermanos, así sea el más extraño, intento ver a Dios en él o una diosa. Y cuando saludo con el buenos días a quien se cruza en mi camino, por lo regular siempre me responden con otro buenos días y hasta con una sonrisa. Cuando hago esto o alguien extraño me saluda, siento esa conexión y pienso que en verdad lo está deseando del corazón.
Porque esa es otra cuestión. Saludar, no mecánicamente, sino desde el corazón. Y aunque se haga inconsciente, al final habrá un efecto, pues la palabra tiene un poder de vibración y afecta al universo. Si digo buenos días eso estoy creando con mi intención, de eso no tengo duda.



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