Sabiduría contra necedad

Prócoro Hernández Oropeza

“El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”. Aristóteles (384 AC-322 AC) Filósofo griego.
Existe una gran diferencia entre sabiduría y conocimiento. El segundo se aprende a través de lecturas, reflexiones teóricas, elaboración de marcos conceptuales, estructuras mentales, revisión de teorías y conceptos o simplemente acumulando información sobre diversas temáticas o sobre alguna en particular. En síntesis es un trabajo intelectual a nivel sólo mental o si acaso a nivel experimental pero con limitaciones o parcialidades que no permiten ver la totalidad del aspecto investigado o estudiado.
En cambio la sabiduría es un conocimiento práctico, producto de las experiencias vividas por el practicante. Es la habilidad desarrollada a través de la experiencia, la iluminación, y la reflexión para discernir la verdad y el ejercicio del buen juicio. Ésta no se puede enseñar, se desarrolla a través de la experiencia, guiada por la intuición o el conocimiento interior y en la práctica está asociada con la virtud de la prudencia. De esta forma se la asocia con personas que llevan una larga vida. Es así como la sabiduría es considerada tanto por la cultura, la filosofía (de hecho viene de "filo", que es amigo o buscador, y "sofía", que en griego es sabiduría) y la religión como una virtud, la cual permite ser utilizada para promover el bien común, más allá de la propia satisfacción personal.
El sabio es aquel que ha vaciado su mente de tanta basura mental y la ha llenado con el conocimiento que proviene de la práctica de las virtudes, tales como el amor, la compasión, la prudencia, tolerancia, humildad. Sobre todo este último requisito. Sin humildad no hay sabiduría. El sabio o quien usa la sabiduría no posee orgullo ni se vanagloria de su inteligencia, sólo ama y sirve a todos sin condición de raza, edad o sexo.
Los antiguos filósofos griegos relacionaban la sabiduría con el coraje y la moderación. En los diálogos del filósofo Platón, se la menciona como conocimiento del bien y el coraje para actuar consecuentemente. Buda, por su parte, afirmaba que la virtud de la sabiduría consistía en tener una buena conducta del cuerpo, así como buenas conductas verbales y mentales. En la filosofía taoísta se afirma que la sabiduría consiste en saber qué decir y cuándo decirlo.
En el tarot egipcio, en la carta número 7 se tiene como axioma el siguiente: Cuando la ciencia entre a tu corazón y la sabiduría sea dulce a tu alma, pide y te será dado. Para un sabio, la ciencia es algo que ha comprobado por sí mismo, ya no teoriza. En ese instante la sabiduría es dulce a su alma, porque de ella proviene, de sus actos virtuosos y entonces ya no anhela nada, ya no desea y se ha despojado de todo apego, en consecuencia todo le llega.
Para reflexionar sobre este tema, les invito a leer el siguiente cuento hindú.
La dificultad de aprender verdaderamente

En cierta ocasión, un hombre de gran erudición, fue a visitar a un anciano que estaba considerado como un sabio. Llevaba la intención de declararse discípulo suyo y aprender de su conocimiento. Cuando llegó a su presencia, manifestó sus pretensiones pero no pudo evitar el dejar constancia de su condición de erudito, opinando y sentenciando sobre cualquier tema a la menor ocasión que tenía oportunidad. En un momento de la visita, el sabio lo invitó a tomar una taza de té. El erudito aceptó, aprovechando para hacer un breve discurso sobre los beneficios del té, sus distintas clases, métodos de cultivo y producción. Cuando la humeante tetera llegó a la mesa, el sabio empezó a servir el té sobre la taza de su invitado. Inmediatamente, la taza comenzó a rebosar, pero el sabio continuaba vertiendo té impasiblemente, derramándose ya el líquido sobre el suelo.
-¿Qué haces insensato? -clamó el erudito-. ¿No ves que la taza ya está llena?
-Ilustro esta situación -contestó el sabio-. Tú, al igual que la taza, estás ya lleno de tus propias creencias y opiniones. ¿De qué te serviría que yo tratara de enseñarte nada?


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