La educación posible


Prócoro Hernández Oropeza


El sistema educativo se encuentra en crisis. Lo que se enseña se anquilosa rápidamente frente a los grandes avances tecnológicos y científicos. Los estudiantes de ahora se enfrentan a novedosas y cambiantes tecnologías que hace una década eran impensables. Hoy hasta una niña de dos años ya puede mover una máquina de videojuegos o manipular un celular. Esto significa que los niños de ahora tienen contacto, desde antes de asistir a una escuela formal, con aparatos electrónicos que les permiten desarrollar otras capacidades y otra visión de la vida.
Ante este panorama, la educación formal no puede competir con esta revolución tecnológica y con nuevas competencias de aprendizaje y usabilidades. Esto no necesariamente nos indica una mejor calidad educativa o nuevos aprendizajes o aprendizajes significativos para formar un ser con mayores capacidades, saberes o niveles culturales e intelectuales, sobre todo si no van acompañados de una nueva cultura que sensibilice al educando. Los grandes maestros reconocen que la educación es la raíz, la cultura la flor y como resultado de ello la sabiduría viene a ser el fruto.
Así que el propósito de la educación debería ser cultivar la naturaleza superior del hombre, sostiene Swami Sivananda. Esto es, la verdadera naturaleza de la educación consiste en la formación del hombre como tal, enseñarlo a ser un verdadero hombre, no sólo una máquina humana o un humanoide, como sostienen otros maestros. En este sentido la educación debe estar destinada a formar la personalidad y el carácter y a desarrollar los poderes latentes del niño en su vida ética, intelectual, ascética, física y espiritual.
La actual educación pone más énfasis en lo intelectual, poco, muy poco en lo ético, algo de instrucción física y nula en cuestiones espirituales. Sivananda explica que la educación debe consistir en el desarrollo del hombre en su totalidad. La cabeza, el corazón y la mano deben ser entrenados a la vez por medio de una educación artística, científica y práctica, pero también un desarrollo armónico en el cuerpo, la mente, el intelecto y el espíritu. Si uno de ellos se deja afuera la evolución no se desarrollará armónicamente.
Esta educación debe fomentar una vida plena y un pensamiento elevado, para ello debe capacitar al estudiante para que se adapte a su entorno, ayudándole a prepararse para la batalla de la vida y para el logro de la realización del ser. Otro de los aspectos olvidados debido a lo que se ha llamado una educación laica, es el amor a Dios, al Creador, pero también al hombre como producto de su hechura y semejanza. Esta enseñanza implica formar seres veraces, honrados, osados, humildes y misericordiosos, con una conducta, vida, acción y pensamiento rectos. En síntesis, a formar seres virtuosos que logren el conocimiento del Ser. Lo que implica despertar la divinidad latente que subyace oculta en el interior de todo ser humano.
Desafortunadamente, esa mentalidad laica o materialista que sostienen los políticos difícilmente aceptará este tipo de educación, pese a que en su vida privada pertenezcan a alguna religión. El problema de fondo es porque sus religiones son dogmáticas y cerradas haciendo creer a la gente que su Dios es el único y verdadero. Los cristianos reconocen a Jehovah, los musulmanes a Alá, otros adoran a Buda, otros más a Krishna… en realidad sólo existe un solo Dios, un solo creador, sólo que con distintos nombres. Las religiones, ese tipo de religiones cerradas, en nombre de sus dioses han generado guerras y han asesinado a sus hermanos.
Si enseñaran a leer y comprender los textos sagrados, sin apegos, reconocerían que todos hablan el mismo lenguaje, todos enseñan el camino para retornar a Dios, nos dan la cartografía para despertar e iluminarnos, para amar a nuestros hermanos y a todo lo que nos rodea. Esto generaría una nueva cultura, una nueva civilización que tarde o temprano pondrían la base para crear ese paraíso terrenal o divinal, del que hablaron todos los mensajeros de Dios. Buda, Krisna, Jehovah, Alá, Zoroastro son mensajeros del gran Padre/Madre y en vez de escucharles, los hemos sacrificado y luego los reverenciamos, qué ironías.

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