Los tres tipos de mente



Prócoro Hernández Oropeza


La mente es un poderoso instrumento mediante la cual el hombre ha creado todo lo que le rodea. Precisamente uno de los siete principios de los que hablaba Hermes Trismegisto, el “Tres Veces maestro” es el del mentalismo. Esta ley se resumía en que "El TODO es Mente; el universo es mental".
Hermes afirmaba que el TODO, que es la realidad sustancial oculta detrás de todas las manifestaciones y apariencias que conocemos bajo los nombres de "universo material", "fenómenos de la vida", "materia", "energía", etc., y en una palabra, todo cuanto es sensible a nuestros sentidos materiales, es espíritu. Espíritu quien en sí mismo es incognoscible e indefinible, pero que puede ser considerado como una mente infinita, universal y viviente.
Esto sencillamente significa que todo el mundo fenomenal o universo es una creación mental del TODO en cuya mente vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser. Este principio, al establecer la naturaleza mental del universo, permite al estudiante de la espiritualidad emplear conscientemente las grandes leyes mentales, en vez de usarlas por casualidad o ser usado por ellas. Con la clave maestra en su poder, el discípulo puede abrir las puertas del Templo del conocimiento mental y psíquico y entrar en el mismo libre e inteligentemente. Este principio explica la verdadera naturaleza de la energía, de la fuerza y de la materia, y el cómo y el por qué todas estas están subordinadas al dominio de la mente. Uno de los antiguos Maestros escribió, largo tiempo ha:
"El que comprenda la verdad de que el universo es mental, está muy avanzado en el sendero del adepto".
Por ello es fundamental conocer la existencia de los tres tipos de mente: la mente sensual o sensorial, la mente intermedia y la mente solar. La primera es la mente que tiene el conocimiento, la experiencia y la memoria de todo lo que ha conocido a través de lo que ha tocado, de lo que ha visto y de lo que ha sentido, pero la traducción de todo aquello con que se ha puesto en contacto es la traducción que hace el ego. Todo lo interpreta desde esos agregados psicológicos y esto mantiene al individuo en un velo, en la ilusión del ego. Es la mente superficial. El conocimiento basado en estos sentidos, que son maravillosos pero obviamente no dejan de ser imperfectos; más aún esa imperfección se genera cuando el ego toma posesión de los sentidos.
En la mente intermedia está colocada nuestra información, la profesional, la información técnica, la información en la que nos hemos formado y educado, en las que están contenidos los valores de manera teórica, desde la cual actuamos, desde la cual ejercemos nuestro oficio, nuestra profesión. Esta mente intermedia puede estar impregnada del Espíritu o impregnada del ego y se manifiesta a través de lo que llamamos la personalidad. La dualidad sigue estando presente y los egos siguen dominando la mayor parte del tiempo a esta mente.
En cuanto a la mente interior o solar, es la mente del espíritu. Y entonces nuestra personalidad recibe el influjo de la mente interior, aunque sigue estando presente la mente intermedia y la mente sensual y genera nuestra personalidad desde la cual nosotros somos y nos manifestamos. Cuando somos imbuidos o permeados por el espíritu nuestra mente se eleva, se convierte en mente solar, sólo sirviendo a nuestro Real Ser, siendo su instrumento para que se manifieste en nosotros, en nuestras acciones, pensamientos y emociones. Esto ocurre cuando cerramos las puertas a las fantasías, generando con ello el despertar del órgano de la intuición. Entramos al libre batallar de los opuestos, en acción intuitiva y plena. La acción intuitiva nos conduce de la mano hasta el despertar de la conciencia y a la plenitud; donde hay plenitud el yo está ausente. Sólo despertando consciencia tendremos mayor poder sobre la mente, hasta que esta brille y sólo se convierta en un instrumento de nuestra divinidad; esta es la mente solar.


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