Los cimientos del matrimonio perfecto

Prócoro Hernández Oropeza
El amor es un estado del Ser, es lo que nos define y nos redime. Pero ha sido confundido, pese a que se han generado muchas definiciones y disertaciones sobre el mismo. El amor es la base de la vida, pero desconocemos su verdadera naturaleza, sólo la percibimos como una emoción o vivencia, como pasión o un sustituto de la felicidad. Realmente quien se conecta con el verdadero amor vive en un estado de felicidad permanente.
Este amor incondicional es nuestra esencia y cuando nos conectamos con él, cuando lo encarnamos, vemos a Dios en todo lo que nos rodea; todo es sagrado porque todo es creado por el amor, el amor del gran Padre/Madre. Y todo lo que se mueve en el universo depende de su energía. El amor es una fuerza misteriosa que dormita en el fondo de todos los corazones humanos.
El amor no se puede explicar a través de conceptos o teorías, sino experimentándolo, viviéndolo de momento en momento, porque ese es nuestro estado verdadero, nuestra identidad. No es pasión carnal, es una vivencia del alma. Esta vivencia se siente, se percibe cuando dos enamorados viven el éxtasis del amor; cuando el novio ama y contempla a su pareja, ésta, sintiéndose absorbida, no cambiaría ese instante por todo el oro del mundo. Entra en un estado de éxtasis sublime, sintiendo las delicias del amor.
El amor es el súmmum de la sabiduría, afirmaba Hermes Trismegisto y para que haya real amor se requiere afinidad de pensamientos, sentimientos, unión de voluntades, vivencias afines de las conciencias y aspiraciones idénticas. Estos son los cimientos de un matrimonio perfecto. Un matrimonio así es la unión de dos seres: uno que ama más, otro que ama mejor. Es el amor, alimentándose con Amor.
Para el maestro Samael Aun Weor, el Amor es una efusión, una emanación energética que brota de lo más hondo de la Conciencia. Tal radiación, incuestionablemente pone en actividad intensiva a todos esos micro laboratorios orgánicos que existen en nuestro interior, en particular a las glándulas de secreción interna. Y es que las glándulas endocrinas, impregnadas por las radiaciones del amor, producen más hormonas, más felicidad.
Para comprender esto del matrimonio perfecto, Aun Weor sostiene que en el hombre existen siete estados de conciencia y por lo tanto estos deben vibrar al unísono. Esa vibración se debe dar en lo físico, vital, astral, en lo sentimental, volitivo, concientivo y místico. Y es que cada uno de estos siete estados de conciencia se relacionan con cada uno de los siete organismos del hombre: cuerpo físico, vital, astral, mental, causal, de la voluntad, de la conciencia y espiritual.
Los hay que están casado con el cuerpo físico, pero en el mundo del deseo no existe compatibilidad emotiva y sentimental. Otros están desposados en el mundo físico y aún en el mundo emocional, pero sus cuerpos mentales no efectúan el matrimonio sexual porque dichas parejas tienen planes y proyectos desafines entre sí, no comparten en el mundo de la mente. Unos más, física, mental y emocionalmente vibran afines, pero cuando deben tomar una decisión en la vida chocan sus voluntades y surge el conflicto. En todos estos casos el matrimonio fracasa. Para que sea perfecto se requiere que los siete organismos del hombre verifiquen el connubio sexual con los siete organismos de la mujer.
Sólo si el matrimonio comprende lo físico, vital, astral, mental, en el de la voluntad y la conciencia y además se logra afinidad de conciencia y amor, ideas, aspiraciones, ideales, además del matrimonio en íntimos, en pareja, habrá matrimonio perfecto. Estos son los que honran al sexo porque saben que es su propia semilla y en ella radica la raíz misma de su existencia y su simiente es para procrearse, vivificarse y redimirse.

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