La necesidad del maestro
Prócoro Hernández Oropeza
En el camino espiritual existen personas y corrientes que niegan el papel del maestro o Guru y pregonan que no se requiere de ellos, que solamente sigan su instinto o su fe o su propia búsqueda personal de auto realización. Sin embargo, se requiere su presencia para que nos guíe y nos enseñe el mapa de retorno a casa. Él sabe el camino porque es Dios viviendo en un cuerpo humano. Su palabra es la palabra de Dios. Y aunque el él no necesita enseñar, su simple presencia o compañía eleva, inspira y conmueve, sostiene Swami Sivananda. Vivir en su compañía es recibir educación espiritual.
Los maestros o gurus no buscan alumnos, es el discípulo el que llega a ellos y cuando lo encuentra entiende que el Guru es Dios mismo manifestado en una forma personal para guiar al aspirante. Swami Sivananda fue un gran maestro, sin embargo él no se sentía maestro, se decía un discípulo. Se sabe una historia acerca de un discípulo africano que vivió en su escuela durante algunos meses. Cuando llegó el tiempo de retirarse, se sentó frente al Swami y se puso a llorar. Sivananda le preguntó porqué lloraba. El muchacho le dijo, muy compungido que iba a regresar a su país y en África no había gurus. Entonces Sivananda se rió y el muchacho sorprendido le inquirió acerca de su reacción. Swami le dijo que el ya era un discípulo, un verdadero discípulo, así que no se preocupara porque ya había encontrado a su Guru, su maestro interior.
Sostiene Swami que para encender una vela necesitas otra vela encendida. De igual modo, sólo un alma iluminada puede iluminar otra alma. Solamente quien conoce el camino Egipto, podrá guiarte. Así son los maestros, ellos han recorrido esos senderos espirituales y como tales nos ayudarán a evitar trampas y obstáculos y nos guiarán a lo largo del sendero correcto. Ellos nos dirán: “Este camino te lleva a la liberación; este otro al cautiverio”.
Si tratamos de leer los libros sagrados por nosotros mismos, sin la ayuda de un guía o preceptor, nos vamos a confundir o a desesperar por no entenderlos. Lo que sucede es que esos libros contienen dos textos: uno oculto o velado y otro manifiesto y aparentemente sencillo de entender. Los maestros siempre ocultan los misterios de Dios para que no sean manoseados o distorsionados. Jesús usó parábolas que no todos entienden, ni aún sus discípulos, a quienes después les instruía de su verdadero significado. Por ello decía Jesús: “El que tenga oídos que escuche”. Quién esté abierto a estas enseñanzas sabrá descifrarlas.
Cuando el alumno esté listo, sea competente, llegará su maestro o Guru competente, porque hay de gurus a gurus. Muchos se visten de santos o maestros, cuando en realidad son lobos con piel de oveja. Pero mientras exista el mundo, afirma Sivananda, existirán Gurus y Vedas o escrituras sagradas para guiar a las almas que luchan en el sendero de la realización espiritual. El verdadero Guru o Diksha sólo puede ser uno, aquel que te guía hacia la liberación del ego.
Existen personas que son como los gallos, picando de aquí para allá o perforando pequeños pozos aquí y allá, pero pronto se secarán. Swami dice: perfora un pozo profundo en un solo lugar. Centraliza todos tus esfuerzos allí y conseguirás agua abundante que te abastecerá durante todo el año. Del mismo modo, trata de absorber completamente las enseñanzas espirituales de un solo preceptor. No tengas la mente constante de una prostituta. Sigue únicamente las instrucciones espirituales de un solo hombre. Escucha a todos, pero sigue a uno. Respeta a todos, pero adora a uno. Obtén conocimientos de todos, pero adopta las enseñanzas de un solo maestro.
El Gurú será tu guía, pero el trabajo de realización interior lo hace cada uno. El maestro enseña la cartografía, el mapa del camino espiritual, pero cada uno debe caminarlo y trascender los obstáculos y vivir sus propias experiencias e iniciaciones. Su propia auto realización del Ser.
En el camino espiritual existen personas y corrientes que niegan el papel del maestro o Guru y pregonan que no se requiere de ellos, que solamente sigan su instinto o su fe o su propia búsqueda personal de auto realización. Sin embargo, se requiere su presencia para que nos guíe y nos enseñe el mapa de retorno a casa. Él sabe el camino porque es Dios viviendo en un cuerpo humano. Su palabra es la palabra de Dios. Y aunque el él no necesita enseñar, su simple presencia o compañía eleva, inspira y conmueve, sostiene Swami Sivananda. Vivir en su compañía es recibir educación espiritual.
Los maestros o gurus no buscan alumnos, es el discípulo el que llega a ellos y cuando lo encuentra entiende que el Guru es Dios mismo manifestado en una forma personal para guiar al aspirante. Swami Sivananda fue un gran maestro, sin embargo él no se sentía maestro, se decía un discípulo. Se sabe una historia acerca de un discípulo africano que vivió en su escuela durante algunos meses. Cuando llegó el tiempo de retirarse, se sentó frente al Swami y se puso a llorar. Sivananda le preguntó porqué lloraba. El muchacho le dijo, muy compungido que iba a regresar a su país y en África no había gurus. Entonces Sivananda se rió y el muchacho sorprendido le inquirió acerca de su reacción. Swami le dijo que el ya era un discípulo, un verdadero discípulo, así que no se preocupara porque ya había encontrado a su Guru, su maestro interior.
Sostiene Swami que para encender una vela necesitas otra vela encendida. De igual modo, sólo un alma iluminada puede iluminar otra alma. Solamente quien conoce el camino Egipto, podrá guiarte. Así son los maestros, ellos han recorrido esos senderos espirituales y como tales nos ayudarán a evitar trampas y obstáculos y nos guiarán a lo largo del sendero correcto. Ellos nos dirán: “Este camino te lleva a la liberación; este otro al cautiverio”.
Si tratamos de leer los libros sagrados por nosotros mismos, sin la ayuda de un guía o preceptor, nos vamos a confundir o a desesperar por no entenderlos. Lo que sucede es que esos libros contienen dos textos: uno oculto o velado y otro manifiesto y aparentemente sencillo de entender. Los maestros siempre ocultan los misterios de Dios para que no sean manoseados o distorsionados. Jesús usó parábolas que no todos entienden, ni aún sus discípulos, a quienes después les instruía de su verdadero significado. Por ello decía Jesús: “El que tenga oídos que escuche”. Quién esté abierto a estas enseñanzas sabrá descifrarlas.
Cuando el alumno esté listo, sea competente, llegará su maestro o Guru competente, porque hay de gurus a gurus. Muchos se visten de santos o maestros, cuando en realidad son lobos con piel de oveja. Pero mientras exista el mundo, afirma Sivananda, existirán Gurus y Vedas o escrituras sagradas para guiar a las almas que luchan en el sendero de la realización espiritual. El verdadero Guru o Diksha sólo puede ser uno, aquel que te guía hacia la liberación del ego.
Existen personas que son como los gallos, picando de aquí para allá o perforando pequeños pozos aquí y allá, pero pronto se secarán. Swami dice: perfora un pozo profundo en un solo lugar. Centraliza todos tus esfuerzos allí y conseguirás agua abundante que te abastecerá durante todo el año. Del mismo modo, trata de absorber completamente las enseñanzas espirituales de un solo preceptor. No tengas la mente constante de una prostituta. Sigue únicamente las instrucciones espirituales de un solo hombre. Escucha a todos, pero sigue a uno. Respeta a todos, pero adora a uno. Obtén conocimientos de todos, pero adopta las enseñanzas de un solo maestro.
El Gurú será tu guía, pero el trabajo de realización interior lo hace cada uno. El maestro enseña la cartografía, el mapa del camino espiritual, pero cada uno debe caminarlo y trascender los obstáculos y vivir sus propias experiencias e iniciaciones. Su propia auto realización del Ser.
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