El trotamundos

Prócoro Hernández Oropeza
Una de las características de los hombres es su condición de vagabundo o errante, siempre anda en busca de aventuras, sean ficticias o reales. No se puede quedar quieto, al menos eso me pasa a mí. De buen modo cogería una mochila y me iría a conocer el mundo, sin más preocupación que conocer personas, ambientes, lugares, historia, mitos, pero sobre todo a asombrarme por las maravillas que el Señor ha dispuesto para nosotros.
Pero algo nos ata al lugar donde vivimos. Compromisos, obligaciones, deberes, circunstancias, proyectos o simplemente porque nos sentimos cómodos aparentemente en dónde nos encontramos. Esa aparente comodidad no implica necesariamente felicidad, contento o tranquilidad. Pero existen alternativas. Si no tenemos oportunidad de viajar físicamente, porque no se tiene el dinero o el tiempo suficiente, para hacerlo, existen otras formas de viajar y disfrutar la vida.
Recuerdo una antigua película que narra la historia de un ex militante de raza negra que luchó al lado de un grupo radical norteamericano, llamado los “Panteras Negras”. Esos grupos surgieron en protesta por la opresión y discriminación aberrante en que vivían los ciudadanos de raza negra en Estados Unidos.
Este personaje, denominémosle Señor X, fue encarcelado injustamente a una condena de más de diez años, encerrado en una celda pequeña y enclavada en un subterráneo. La comida era escasa y no tenía permiso de salir de esa celda. Al principio se sentía deprimido, angustiado y peleando su espacio con las hormigas. Luego de un tiempo de reflexión, pero sobre todo de aceptar su condición, cambió su visión de la vida, sobre todo cuando decidió convivir sanamente con las hormigas. Dejó de luchar con ellas y se generó un vínculo de unión entre el Señor X y las hormigas. Poco tiempo después observó que las mismas hormigas le llevaban trozos de alimentos.
Esta circunstancia le caló profundo y decidió vivir en paz y en contento, a pesar de su condición de prisionero. Se dio cuenta que podrían mantener encerrado su cuerpo más no su mente, tal como lo expresara antes el gran estadista negro, Mandela. Pudo controlar sus pensamientos negativos y generar otra calidad de pensamientos que, no sólo lo mantuvieron vivo y sano, sino tiempo después y debido a su buen comportamiento, pudo salir libre, sin rencor, sin resentimiento y con una visión de paz y amor.
Si este Señor X pudo liberarse de sus cadenas mentales, aún viviendo en situaciones muy adversas y deprimentes, cuanto más nosotros, sólo es cuestión de cambiar nuestro enfoque y mirar hacia adentro, hacia nuestro interior para conectarnos con nuestro maestro interno, nuestro Guru y liberarnos de esa ignorancia que nos mantiene en el sufrimiento.
Cuestión de enfoque, ni duda cabe y quien lo logre es porque ha entendido que la vida es para disfrutarla y merecerla. Aquí les dejo un poema de esta autor que palpa algo de lo hablado aquí.
Mi navío

En este mar he votado el ancla
Piedras y caracoles la han sepultado
Las algas se adhieren a las cadenas
la rémora hace estragos a la madera.
Mi corcel de agua no puede zarpar.

¿Qué será de mi navío?
No oirá más el canto de los vientos
Ni el brillo de las estrellas en la pleamar del tiempo.
Ni dibujará surcos, ni estelas de agua
No llegará a otros puertos de distinta brisa,
No burlará caracolas de nube,
Ni leerá los ojos de viejos amigos.
Se perderá los baños solares del pacífico,
Las primeras sonrisas de luz en el Caribe
Se esconderá entre soledades de alcurnia
Se emborrachará con semanas de tedio.

Mi Pegaso de los arrecifes
Encalló en el puerto de tus faldas
Una ola de nostalgia lo envuelve con tu brisa
No hay prisa.
Algún día trotará por nuevas aguas


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