Mirar desde el ojo de Dios


Prócoro Hernández Oropeza
Uno de los requisitos para el despertar spiritual o el camino de la progresión espiritual es la auto observación. Un estado de alerta constante, permanente, de instante en instante es fundamental para despertar del letargo de la conciencia. Significa observar nuestros pensamientos, emociones, acciones. La auto observación nos permite saber de dónde vienen nuestros pensamientos, emociones, quién controla nuestra voluntad y por lo mismo dejamos de actuar mecánicamente como robots.
Como no usamos este instrumento, la auto observación, lo tenemos atrofiado y entonces vivimos en permanente estado de inconsciencia y sufrimiento, sólo en pocas ocasiones vivimos en estados de plenitud y amor. Uno de nuestros primeros descubrimientos cuando emprendemos el camino del despertar de conciencia es cómo superar esa guerra que mantenemos interiormente. Nos enfadamos por nuestros errores; estamos resentidos por nuestras debilidades; nos resistimos a hacer realidad nuestras aspiraciones más elevadas, nos agobiamos ante los eventos desagradables.
Queremos progresar en todas las áreas de la vida, pero no nos gusta su precio. Y este batallar tiene su costo, nada se consigue gratis. La paz interior, sin duda, es uno de los grandes requisitos o el más importante para lograr la paz en el hogar, la familia, con los vecinos, la ciudad o el planeta. Eso se debe a nuestra ignorancia. Realmente nadie nos enseña cómo encontrar esa paz interior, pero fundamentalmente qué o quiénes son los que nos perturban esa paz.
Son todos esos yoes o agregados psicológicos los que nos mantienen controlados, nos identificamos de tal forma con ellos que pensamos ellos forman parte de nuestro carácter o de nuestra identidad. En parte es verdad; nuestra personalidad está conformada tanto por esos yoes o aspectos negativos de nuestra psique como de las virtudes. Desafortunadamente los yoes asumen la supremacía de nuestra personalidad y se manifiestan con mayor frecuencia que nuestras virtudes.
Lo hemos dicho en múltiples ocasiones, los yoes no forman parte de nuestra naturaleza; nuestra naturaleza es divina, pero esos yoes nos han separado de ella y nos han hecho creer que los celos, la ira, el orgullo, la lujuria, la gula, avaricia, pereza o envidia son parte de nuestra identidad y debemos sobrellevarlos o al menos tratar de aminorar su fuerza en nosotros.
El Dalai Lama sostiene que la mente de una persona ordinaria es indisciplinada y descontrolada. Si no desarrollamos una alerta consciente de nuestros procesos mentales y la habilidad de cortar las tendencias negativas del pensamiento en el momento mismo en que nacen, veinte años de meditación en una cueva remota serán de muy poco valor. La auto observación constante, de instante en instante es el instrumento que nos permitirá controlar esa mente perturbado por tantos yoes.
La auto-observación es como un faro de luz que va iluminando las áreas oscuras de nuestra psique. El observador, en este caso es el Ser, entonces permitimos que sea el Ser o espíritu quien observe y detenga a tiempo un pensamiento, una emoción o una acción negativa, una emoción de ira, una acción lujuriosa.
Para ello es preciso desarrollar el sentido de la auto observación. La auto observación nos pone en estado de alerta para no caer en la identificación de nuestros dramas y por tanto no fascinarnos con nuestros dramas. La fascinación es terrible y cuando caemos en ella nos olvidamos de Sí mismos y entramos en un sueño muy profundo.
La auto observación es una práctica fundamental para todo aquel que quiera retornar al padre. Quieres regresar a Dios obsérvate. Es la base para la progresión espiritual. Es una obligación estar en auto observación. Esto significa que cuanto más observas más estás integrándote con lo que verdaderamente eres. Cuanto más tiempos observas más tiempo estás con Dios, más escuchas y te reconcilias con Dios. Y mientras más estés como un vigía alerta, más estás permitiendo descubrir el elemento inhumano.
La auto observación es el ojo de la conciencia. El ojo de Dios, de lo divino. Observarse así mismo es ejercer y prevalecer la conciencia en ese mismo instante. Esto debe ser perpetuado, eternizado en la presencia humana. Los dioses no dejan de observarse. El gran Padre/Madre vive en ese estado de observación de sí mismos. Es la condición del Ser.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato