Bramacharya o castidad, sublimación de la energía


Prócoro Hernández Oropeza
Bramacharya es pureza o libre de lujuria en pensamiento palabra y obra. Es libertad de pensamientos sexuales, deseos o atracción por el sexo. Lo que se busca es la sublimación de le energía sexual. Represión o supresión de la energía sexual no ayuda en la práctica de Bramacharya.
Bramacharya descansa o radica en el mismo corazón o tapas de yoga. Una mirada lujuriosa es una rotura o quebranto en Bramacharya. Piensa y siente que tu esposa y todas las otras mujeres son tu madre o la bendita Virgen María, Madre de dios.
Devoción  y servicio a Dios, a tu Dios interno, meditación, sublimación de la energía, eliminación de los Yoes, alimentos sanos, pranayama o técnicas de respiración, etc. ayudarán a conseguir el éxito en Bramacharya y la castidad.
No es posible el progreso espiritual sin Bramacharya. Si tú te estableces en Bramacharya tendrás tremenda energía y enorme auto disciplina o control de la voluntad. Con ello puedes mover al mundo entero.
Si nos sobre pasamos en alimentos, trabajo o dormidos en exceso, a menudo es el resultado del olvido de lo sagrado de la vida. Brahmacharya significa literalmente caminando con Dios y nos invita a tomar consciencia de lo sagrado que hay en toda la vida.
Este principio es una llamada a dejar  atrás la gula y los excesos y caminar en este mundo maravillados y asombrados, practicando el no exceso y atendiendo cada momento como algo sagrado.
Bramacharya ha sido interpretado también como celibato y abstinencia, pero sus implicaciones son mucho más extensas.  Es ingresar cada día y cada acción con un sentido de santidad más que de indulgencia, de esta forma nuestros días pueden ser vividos en la maravilla de lo sagrado más que en el misterio de los excesos.
En los tiempos modernos la gente comete muchos excesos en el trabajo, el sexo, la comida, en dormir, en el entretenimiento, en acumular posesiones. Todo ello atenta contra Bramacharya.
En el pensamiento yóguico hay un momento en el tiempo cuando alcanzamos el perfecto límite a los que nos hemos comprometido: es el equilibrio. Si tomamos alimentos, por ejemplo, obtenemos energía y vitalidad de ellos pero sólo hasta cierto punto. Si continuamos comiendo, pasando de ese punto viene una caída de energía que nos aletarga. Si comemos despacio y con plena atención,  podemos encontrar este punto que está perfectamente en la línea de lo justo y lo correcto. Este es el momento del basta que se necesita para reorganizarnos.  Pasando ese punto comenzamos a caer en los excesos. Este mismo proceso es verdad para cualquier actividad en la que estemos involucrados o comprometidos. En la actividad sexual es lo mismo. Tiene que haber un equilibrio, de tal suerte que no desperdiciemos nuestra energía si pasamos de ese justo punto medio. Porque cada vez que desperdiciamos nuestra energía, sea en el sexo o en los alimentos o en el trabajo, divertimiento, nuestra energía se desgasta y nos debilita. Pero no sólo eso, perdemos o gastamos la poca consciencia y seguiremos dormidos, como autómatas o robots que sólo siguen los instintos de sus deseos.
Caímos del Edén precisamente por la vía sexual. Es decir empezamos a perder esa energía vital del sexo convirtiéndonos en tremendos fornicarios. El Adán y Eva bíblicos eran en realidad una raza: la raza lemúrica que vívían en el paraíso y no conocían la muerte, el tiempo, la enfermedad, ni el trabajo. Caímos a esta, tercera dimensión precisamente porque esa pérdida de energía, producto de la fornicación, nos hizo perder la conciencia y nos alejó de nuestra genética divina, de Dios.  Nos sentimos separados de Dios y de todo lo sagrado y queremos llenar ese vacío mediante los excesos en comer, fornicar, trabajar, diversión, alcohol y drogas. Hemos olvidado estas prácticas antiguas de la que nos habla Bramacharya, otro aspecto de las restricciones o Yamas, que nos legaron antiguos maestros de la sabiduría en distintas tradiciones y libros sagrados.





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