Ahimsa, la no violencia
Prócoro Hernández Oropeza
La violencia parece ser el pan de cada día. Las noticias nos
atosigan con frecuentes encuentros de violencia, tanto en Medio Oriente como en
los países desarrollados de Occidente, sin faltar nuestra querida América
Latina. Esta situación no pasa desadvertida en nuestro país y por supuesto
nuestra ciudad. Hasta se ha modificado el lenguaje; en vez de asesinados, se
les nombra “ejecutados”. Esa palabra nos
indica que el asesinato se dio en un marco de un “ajuste de cuentas”, algo
debían y la pagaron, como si con eso se justificará tan criminal y desalmada
acción.
Ante este marco de violencia sólo queda seguir insistiendo
en la necesidad de predicar los actos virtuosos, pero sobre todo de su
importancia ante este frío panorama y de aplicarlos en nuestra vida cotidiana.
Para ello es necesario volver a recordar los antiguos textos sagrados. Libros
como la Biblia, el Corán, los textos Vedas, el Bhagavad Gita nos muestran el
camino del amor, el respeto, la compasión, la bondad, la tolerancia.
En columna anterior, les hablé de Patanjali, un gran místico
de la India que nació en el año 256 a. C. y escribió Los Yoga Sutras, una obra
maestra sobre filosofía yóguica. Compiló lo que llamó las Ocho Ramas Esenciales
de la Práctica Yóguica, en donde se enfatiza
la necesidad de desarrollar completamente el aspecto del cuerpo y la
mente como un mismo sistema. Uno de esas ramas se denomina Yamas, que a su vez
está constituido por cinco restricciones o disciplinas y una de ellas es Ahimsa:
No hacer daño –no violencia. Quiero enfatizar en ella por su gran profundidad y
enseñanza. Esta práctica seguramente ha inspirado a muchos líderes, entre ellos
a Gandhi y ellas mismas deben seguir inspirándonos.
Ahiṃsa es la práctica
de la amabilidad, la no-violencia, compasión por uno mismo y por los demás. Esta
nos enseña que debemos ser conscientes de cómo nos tratamos a nosotros mismos,
a los otros y al entorno. Eso significa que debemos relacionarnos con todo y en
todos los sentidos con extremo cuidado. Nos dañamos a nosotros mismos cuando
tratamos sin respeto a los demás seres vivos y al medio ambiente.
Es perfecto estado inofensivo. Elimina la bestia natural que
llevamos dentro. No es simplemente no asesinar. Es positivo, es amor cósmico.
Esto es abstenerse de cometer el menor daño mental, verbal o en acto a
cualquier creatura viva. Un ser o Atman reside en todo. Todos son
manifestaciones del todo, de Dios. Por injuriar a otros te injurias a ti mismo.
Por servir a otros sirves a ti mismo. Es
amor total. Sirve a todos. No odies a ninguno. No injuries en pensamiento,
palabra y obra. Ahimsa es hermosa cualidad del corazón. Ahimsa es supremo amor.
Ahimsa es un arma de fuerza. No puede ser practicada por personas débiles.
No causar daño (Ahiṃsa) es la actitud fundamental. Esta
actitud debe tomarse en sentido amplio, ya que con su práctica nos conectamos
con la armonía y la serenidad emocional. Realmente, no es posible actuar sin
ocasionar absolutamente daño alguno; la recomendación consiste en optar siempre
por la acción menos dañina para los demás. Actuando así, poco a poco se
extenderá dicha actitud en el entorno. Cuando la abstención de ocasionar daño
se establece en uno con firmeza, se abandona toda hostilidad en tu presencia.
En la actualidad es difícil encontrar almas que puedan y
sepan amar. La capacidad de ofrecer compasión, depende de nuestra capacidad de
recibir dicha compasión. Precisamente la tarea inicial y final de Ahimnsa es
prepararnos para recibir y poder transmitir la divina compasión. “Que todos los
seres sean felices, que todos los seres sean dichosos, que todos los seres sean
en paz”.
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