Pensamiento positivo y meditación



Prócoro Hernández Oropeza
Muchas escuelas o corrientes piensan que para vivir en paz, en felicidad u obtener control de nuestra vida y sus pesares basta con mantener un pensamiento positivo. Despertar cada mañana con pensamientos positivos, colocarse frente a un espejo y recitar o repetir un conjunto de frases como: Soy feliz, soy éxito, soy excelente, me amo, me encanto, soy un triunfador… Está bien pensar de esa forma, pero si no existe un trabajo previo de control de la mente, de saber cómo aquietar los miles de pensamientos que circulan por nuestra cabeza será difícil concretar esos pensamientos. Es sólo un trabajo a nivel mental y es posible que sólo estén engordando nuestros egos como el del orgullo o la envidia.
Una ocasión un maestro nos decía que si llegásemos a naufragar en el mar por más pensamientos positivos de yo puedo, soy capaz, soy valiente, si no sé nadar de nada me servirían. Comparemos nuestra mente con un lago. Cuando la superficie del lago está tranquila, uno puede ver el fondo con mucha tranquilidad. Pero cuando está agitada por las olas, esto es imposible. De igual manera, cuando la mente está tranquila, sin pensamientos  ni deseos podemos ver al Ser, conectarnos con esa paz interior, esa claridad y bienaventuranza que es nuestra esencia o nuestra conciencia del Yo soy, esa es mi verdadera identidad (Sat Nam).
Para llegar a este estado se requiere de mucha concentración, pero ante todo un trabajo constante de auto observación de nuestros pensamientos y deseos. Luego de mucho entrenamiento va a llegar el momento en que nos desidentificamos de cualquier pensamiento o deseo, sólo los observamos y los dejamos ir.  En ese momento todas nuestras preocupaciones y problemas desaparecen. Esta habilidad de concentración es inherente a todo individuo, no tiene nada de extraordinario o misterioso, sólo es cuestión de entrenamiento.
En este proceso de entrenamiento, la meditación es un camino perfecto para adquirir la habilidad de eliminar los pensamientos y deseos. Para muchos es difícil meditar, lo es porque normalmente sólo aprendemos a enfocar la mente en objetos externos. Cuando la mente está totalmente concentrada en un punto, el tiempo pasa sin darnos cuenta.  Eso sucede cuando entras a tu interior y te conectas con tu Ser. Es como si el tiempo no existiera. Lo cierto es que entras a una dimensión donde el tiempo  realmente no existe.
Cuando la mente está enfocada, por ejemplo en una meditación cantando un mantra u observando una vela, el tiempo no existe. Tiempo, espacio, causa y todas las experiencias externas son creaciones mentales. Es por ello que toda la felicidad que alcanzamos por medio de la mente es temporal y fugaz,  producto de los sentidos. Para  alcanzar ese estado de felicidad duradera y paz absoluta debemos aprender a serenar nuestra mente, a concentrarnos e ir más allá. Llevando nuestra concentración hacia el interior, a nuestro Real Ser, sólo entonces podemos profundizar en la experiencia de la perfecta concentración. A esto se le llama estado de meditación.
En este estado meditativo todas las limitaciones de tiempo y espacio desaparecen. En él no existe nunca pasado ni futuro, sólo la conciencia del Yo soy Él. El gran Ser en el eterno ahora. A diferencia del sueño, mediante el cual podemos tener experiencias parecidas, la meditación aporta paz mental. A nivel del cuerpo físico ayuda a prolongar el proceso anabólico de crecimiento y reparación y reduce el proceso de decaimiento. Como la meditación lleva a la mente a un estado positivo prolongado rejuvenece las células del cuerpo y retrasa el envejecimiento.

Para meditar se recomienda que busques un espacio libre de perturbaciones, siéntate en ese sitio privado. De preferencia a una misma hora siempre, puede ser en la mañana, al amanecer o al atardecer, limpio y sin el estómago lleno. Empieza con cinco minutos y gradualmente vas aumentando el tiempo, hasta que no sientas el tiempo y puedas quedarte hasta una hora o más tiempo. 

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