Nanak, los maestros despiertos
Prócoro Hernández Oropeza
La India ha sido un país próspero en el florecimiento de
grandes maestros o gurús. Entre los más conocidos se hallan Rama, Krishna,
Buda, Guru Nanak, Sivananda, por mencionar algunos. Todos ellos han legado
grandes conocimientos para el reencuentro con nuestra divinidad, con el amor y
la paz, pero sobre todo el camino para el autoconocimiento y la realización del
Ser o iluminación o santidad, como se le quiera llamar.
Guru Nanak fue el creador de la filosofía Sikh en la India (1469
- 1539 d. De. C) difundida a través de
las enseñanzas del Gurú Granth Sahib, escritura Sagrada de los Sijs. El Guru Granth
Sahib fue escrito y compilado por otros nueve Gurús . No narra la vida del Guru
Nanak, sino que se dedica única y totalmente a la gloria del Dios Omnipotente. El
Guru Granth Sahib es considerada una
nave que lleva seguramente a un devoto o una devota por el océano del
materialismo, conduciendo así al alma humana a su destino final el cual es la
Beatitud Absoluta
La vida de Guru Nanak es muy interesante. Nació en 1469 D.
C. en Talwabdi, una pequeña aldea, al norte de Lahore, ahora Pakistán. Desde
pequeño prefería la compañía de hombres sagrados a los de su escuela y siempre
mostró especial interés en los animales y en la religiosidad. Su padre, que era
un rico comerciante, quería que Nanak aprendiera el arte de comercio, pero su
hijo no se interesaba en esas cuestiones mundanas. Decía que él había venido al
mundo en busca de la verdad. Así como todos los grandes maestros o gurús, antes
de su realización espiritual, siempre buscan respuestas que los mortales o sus
maestros no les pueden dar. Así fue Jesús cuando era niño; a la edad de cuatro
años cuestionaba los maestros que su padre le enviaba para que lo instruyeran.
A uno de ellos le dijo Jesús: -si en verdad quieres enseñarme, explícame qué es
el Alfa y el Omega. El maestro no supo responder y Jesús con gran maestría, a
esa temprana edad dio una explicación muy convincente del Alfa y el Omega, el
principio y el fin.
Nanak también decidió irse de su casa en busca de la verdad
a la edad de los veinte años, siempre acompañado por dos amigos: Bala, un hindú
y Mardana, un musulmán. Recuérdese que en India en esa época convivían
musulmanes e indostanes y había pleito casado entre ellos. Cuando se encontraba
con un grupo de musulmanes le preguntaban por qué andaba acompañado de un
hindú. A lo que Nanak respondía que para los ojos de Dios no había ninguna
distinción de razas o credos. Nanak se dedicó a pregonar la existencia de un
solo Dios, a contracorriente de lo que se vivía y se creía entonces.
Desde esa edad recorrió, no sólo la India, sino llevó su
mensaje a sufís, yoguis, lamas, mongoles, un mensaje de la verdad y de amor al
hombre y a Dios. La ética y la moralidad fueron los verdaderos cimientos de sus
enseñanzas. Para Nanak no había diferencia entre la vida espiritual y la vida
diaria.
Se dice que cuando Guru Nanak nació se rió como un adulto, o
que el sabio de la comunidad pudo escuchar música celestial. El astrólogo de la
familia lo saludó con reverencia colocando las palmas unidas y declaró que
Nanak se sentaría bajo un dosel y sería
reverenciado por hindúes y musulmanes por igual, y que aún objetos inanimados
de la naturaleza pronunciarían su nombre con reverencia.
Si analizamos la vida y comportamiento de este guru es la
misma que se describe en otros santos o gurús como Krisna, Jesús o Budha. Ya
venían semidespiertos y en vez de jugar como los niños de su edad, admiraban la
naturaleza o se sumían en la contemplación interna. Además aprendían a leer y
escribir muy rápido. A la edad de nueve años su maestro le escribió unas
palabras en una pizarra y le pidió a Nanak que las leyera. En vez de eso, Nanak
junto las letras y formó otras palabras distintas a las que había escrito su
maestro. Cuando el maestro le preguntó qué había formado con las letras, Nanak
le dijo “Él”. ¿Qué significa él?
Preguntó otra vez el maestro. Nanak respondió: “El que ha creado este
universo. Es el único. Es el señor de todos. Así que todo aprendizaje es en
vano, excepto para conocerlo y para servirlo. Así son los grandes sabios, se
abren a esa sabiduría interna que está palpitando en cada uno de nosotros.
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