Los caminos de la vida


Prócoro Hernández Oropeza
Reza una canción cumbiambera que los caminos de la vida no son como los que yo quisiera. Todos quisiéramos que fueran seguros, libres de obstáculos, sin rodeos ni cuestas arriba, sin pendientes peligrosas ni tampoco cansinos. La  verdad no es así y cada cual camina el suyo de acuerdo a sus programas, a su karma, a su destino.
Unos son fáciles, otros difíciles, oscuros, sin señalamientos, ni sentidos. Lo cierto es que no hay caminos fáciles o difíciles, cada quien va construyendo sus propios caminos. Como decía el poeta Antonio Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Todo pasa y todo queda,
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre el mar.

Esto significa que nada es definitivo, caminos habrá que otros han trazado, sean caminos de terracerías, asfalto o cemento, caminos de cuota o libres, de acceso rápido o lento, pero lo cierto es que cada uno los habrá de recorrer con sus propios medios o simplemente a pie. Y no sólo me refiero a los caminos físicos, también aquellos que tienen que ver con el conocimiento, la filosofía o los caminos de la vida.
Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, eso hacemos a diario, tanto física como mental, emocional o espiritualmente. En estos rubros también existen múltiples caminos que otros nos han legado. Grandes sabios o gurús nos han legado una cartografía para caminar y llegar a dónde ellos llegaron. Buda, luego de muchas experiencias y búsqueda, nos brindó un camino para la iluminación con sus “Cuatro nobles verdades y el sendero Óctuple”.
Jesús también vino  a mostrarnos ese sendero para nuestra auto-realización interior. Cuando dijo “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al padre, sino por mi”, ni los apóstoles le entendieron en su momento, entonces Felipe le impele a que les muestre al padre. Jesús contestó:   ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. ¿A quién se refiere Jesús cuando habla del Padre que mora en nuestro interior? Esa es una guía, una señal muy importante. Ese es el camino: busca y conéctate con ese Padre que mora en tu interior, esa chispa divina o emanación de Dios de la cual nos hemos desconectado. Pero en lugar de buscar adentro de nosotros lo hacemos afuera, siendo que ese gran Padre y que a la vez es Madre también, mora en nuestro interior esperando que lo escuchemos, que nos dejemos guiar por su sabiduría. En él está la fuente del amor, de la felicidad, de la paz interior, la dicha perene.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar…

Así que cada uno debe andar su propio camino, principalmente el espiritual, siempre viendo hacia adelante, viviendo en el aquí y ahora. No voltear hacia atrás, no vale la pena porque nos convertiríamos en estatuas de sal, como la mujer de Lot. Hacia adelante y a nuestro interior; ese es el camino más corto, aunque no exento de peligros para encontrar nuestra senda divina, nuestra iluminación, nuestra progresión espiritual. A eso llegaremos en esta o en otras vidas.


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