El que tenga oídos que escuche


Prócoro Hernández Oropeza
El maestro Jesús enseñó su sabiduría con parábolas y quizá por ello muchos no lo entendieron. Así son los maestros, los grandes maestros y son sus discípulos quienes se encargan de traducir esas palabras sagradas. . La vierten así para que no se contamine por el oído común y corriente, sino que su mensaje sea captado por aquellos que están preparados. Como decía él mismo: “El que tenga oídos que escuche”.
En Mateo 7:6 Jesús dice: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y se den vuelta y os despedacen”. Parecidas palabras pronunció  miles de años atrás el tres veces grande maestro Hermes Trismegisto en Egipto, refiriéndose a aquellos sabios que difunden la enseñanza divina. Afirmaba: “Estos hombres no buscaron nunca ni la aprobación popular ni acaparar gran número de prosélitos. Son indiferentes a esas cosas, pues saben de sobra cuán pocos hay en cada generación, capaces de recibir la verdad, o de reconocerla si se les presentara. Ellos «reservan la carne para los hombres», mientras que los demás «dan leche a los niños», conservan sus perlas de sabiduría para los pocos elegidos capaces de apreciar su valor y de llevarlas en sus coronas, en vez de echárselas a los cerdos que las mancillarían y pisotearían en el cieno de sus chiqueros”.
En verdad nos dicen que pocos estamos listos para recibir las sagradas enseñanzas, no estamos listos y de recibirlas las despreciaríamos o las echamos a los cerdos por no comprenderlas. Por eso ese conocimiento, o se  ensenaba en secreto a quienes estaban listos a recibirla o se pasaba de maestro a discípulo, pero soltándolo poco a poco, de acuerdo a su grado de entendimiento.
Las grandes verdades de la palabra sagrada o divina son como perlas figurativas. Jesús aconsejó a sus discípulos que fueran “cautelosos como serpientes” mientras se mantenían “inocentes como palomas” (Mateo 10:16; Juan 15:19). Jesús no siempre reveló toda la verdad, especialmente cuando dicho proceder le hubiera causado daño innecesario a él o a sus discípulos.
Cuando sus discípulos le preguntaban del porqué les hablaba en parábolas Jesús decía: “A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; pero para los que están fuera, las cosas le serán dichas en Parábolas, para que viendo vean y no perciban, y oyendo oigan y no entiendan; de modo que no convirtiéndose no les fuera perdonado (Evangelio de Marcos).
Esta misma enseñanza sagrada se transmitía en Grecia y en otras antiguas civilizaciones de forma secreta. Platón habló de esta filosofía transmitida por los dioses de la tradición antigua. Esta doctrina se distinguía por tratarse de una filosofía destinada a los iniciados y no a los hijos de la tierra, los que sustentan tercamente que todo lo que no soy capaz de atrapar entre las manos no existe absolutamente. En cambio, la filosofía transmitida por los dioses se dirige a los iniciados, a los amigos de las Ideas, a pocas personas. “Un Dios en persona haciéndonos este regalo también nos ha dado la salvación (Epínomis)”.
Heráclito Afirmó: “A ellos se dirige la enseñanza del Efesio, no a los otros, que no son animados por el deseo de conocer la verdad, ni de comprender el valor y el sentido, indiferentes e inconscientes, durmientes. A los otros hombres que no se replantean las cosas que hacen cuando están despiertos, cómo distinguirlos de cuando duermen”.
Hermes Trismegisto en su libro el Kybalión dijo: "Donde quiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par." "…Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender".

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