La eterna primavera
Prócoro Hernández Oropeza
Las culturas antiguas tenían mucha consideración y estima
por los equinoccios, especialmente el de primavera. Muchas de sus
construcciones arquitectónicas las diseñaban en función de los dos
equinoccios: primavera y otoño, esto
tanto entre aztecas, mayas o incas. Hoy se siguen festejando, aunque han
variado los ritos, percepciones y los contenidos de esas celebraciones.
Una amiga me preguntaba acerca de qué meditación o actividad
debería practicar para recibir la primavera. Muchos grupos o personas ven este
día como una oportunidad para conectarse con las energías que se supone, se
generan con el equinoccio. Chichen Itzá es un lugar muy socorrido así como
otros sitios que se cree son sagrados o aseguran poseen campos energéticos.
De acuerdo a su semántica, la primavera es una primera vista
de algo; ver con nuevos ojos, rever, renovarse, renacer. La humanidad moderna
adoptó el inicio de la primavera como una oportunidad de cambio, de conexión
con la felicidad o con energías vibracionales para el despertar espiritual, para
renovarse y cambiar sus pensamientos, ser más asertivos y positivos dejando
atrás los pensamientos de preocupación y/o enojo o frustración. Para ello
realizan ciertos rituales que posiblemente les permitirán cargarse o renovarse
de energía, uno de ellos es ir a las pirámides más cercanas vestidos de blanco
en esta fecha. Otros suelen escribir los malos pensamientos y miedos que tienen
en un papel para romperlos y tirarlos.
Independientemente de cualquier ritual o percepción mítica
de estos equinoccios, la primavera es una de las cuatro estaciones de las zonas
templadas. Astronómicamente, comienza con el equinoccio de primavera (entre el
20 y el 21 de marzo en el hemisferio norte, y entre el 22 y el 23 de septiembre
en el hemisferio sur), y termina con el solsticio de verano (alrededor del 21
de junio en el hemisferio norte y el 21 de diciembre en el hemisferio sur). Durante la primavera los días se van
alargando, el sol sale un poquito antes y se pone otro poquito después, y la
noche se hace más corta cada día.
Entre los antiguos era muy venerada esta fecha porque cambia
el clima y los hombres de campo sabían y lo siguen sabiendo que es el tiempo de
preparar sus terrenos para la siembra. Los que vivimos en la ciudad somos poco
perceptivos de estos acontecimientos.
Por eso se dice que la palabra primavera es sinónimo de vida, juventud,
sol, aire y con todo lo que tiene colorido. Como es la estación que sigue al
invierno, la primavera representa un cambio del clima que se refleja en las
plantas, porque aparecen numerosas flores vistiendo alegres y llamativos
colores acompañados de sugestivas fragancias. Los pájaros y otros animales son
también receptivos de este cambio y sus trinos son muy alegres. Aquí en la
ciudad podemos ver como el árbol, llamado precisamente Primavera, (Tabebuia
donnel-smithii) nos deleita con sus llamativas flores amarillas, aunque también
los hay de colores blancas o violetas.
Con respecto a la pregunta de mi amiga, acerca de cómo
esperar la primavera, la respuesta es simple. Espérala con mucha fe y alegría
en el corazón. Pero no sólo este 21 de marzo, haz que todos los días tu corazón
viva la primavera, no importa dónde te encuentres y tampoco requieres ir a una
pirámide o lugar sagrado. Qué lugar más sagrado que tu templo corazón. Conviértete en una flor que nunca se marchita
y siempre exuda aroma y su belleza irradia a todo quien la mira. Basta con Ir
al mar o mirar las estrellas o escuchar por una hora el trinar de los pájaros
que viuelan cerca de tu casa para sentir el flujo de la vida.
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