El trabajo, maldición o bendición
Prócoro Hernández Oropeza
En las diversas religiones se menciona esa condenación
mítica al trabajo como una forma para procurarnos el alimento y la vida. En la
filosofía griega se menciona y en la biblia cristiana, en el antiguo
testamento, se hace patente esa condena. Luego de caer en la tentación, Adán y
Eva son corridos del paraíso y Jehová les sentenció: “Por cuanto obedeciste la voz
de tu mujer y comiste del árbol que te mandé diciendo: No comerás de él;
maldita será la tierra por tu causa, con dolor comerás de ella todos los días.
…Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque
de ella fuiste tomado…”
Parte de esta sentencia se ha grabado como un patrón y vemos
al trabajo como una carga, obligación o sufrimiento. ¡Qué pesadilla el
trabajo!, más cuando no encontramos el trabajo ideal ni la paga suficiente por
lo que hacemos. Siempre existe descontento, sufrimiento, pesar o una pesadilla,
porque del fruto de nuestro sudor tenemos que proveernos de alimento, casa,
vestidos y otras necesidades. Para ello se han creado instituciones educativas
que nos permiten acceder al conocimiento y habilidades para desempeñar una
labor y competir en el mercado laboral. Sin embargo, la educación que se nos
imparte no siempre satisface nuestras expectativas, ni la de los empleadores,
además de que existe mucha competencia, lo cual dificulta encontrar un buen
trabajo.
La cuestión se complica cuando encontramos el trabajo y no
satisface nuestras expectativas, entonces lo hacemos con reticencia,
sufrimiento e infelicidad. Esto naturalmente se va a reflejar en nuestros
resultados y mientras sigamos oponiendo esa resistencia es posible que nunca encontremos
el trabajo ideal para esas expectativas. Cuando liberamos esa resistencia y
realizamos el trabajo con amor, en consciencia, sin apegarnos a los resultados,
es posible que encontremos algo mucho mejor. Eso significa ponernos en
vibración con el universo y ese universo nos puede otorgar algo superior. Si
estoy realizando la labor de barrendero, en vez de lidiar con la idea de que
soy menos o no lo merezco, lo realizo en consciencia e integrándome con la
escoba, el suelo que barro, con todo lo que me rodea, no sufro, no me acongojo
y mi energía se mantendrá estable.
En el Bhagavad Gita, la canción de Dios, Krishna le dice a
Arjuna, su discípulo amado, “Los hombres de este mundo desean tener éxito en
las actividades fruitivas, (el placer) y para ello adoran a los semidioses (el
dinero, el éxito, reconocimiento, títulos). Prontamente por supuesto, los
hombres obtienen resultados del trabajo del trabajo fruitivo en este mundo. En
otro verso añade: “Aquel que ve en la inacción en la acción, y la acción en la
inacción, es inteligente entre los hombres y se halla en la posición
trascendental aunque esté dedicado a toda clase de actividades.
Lo que da a entender Krishna es que cuando cada uno de los
esfuerzos está desprovisto del deseo de complacer a los sentidos, entonces el
trabajador tiene pleno control de sí
mismo y sus acciones porque sus reacciones han sido quemadas por el fuego del
conocimiento perfecto. Eso significa el abandono de todo apego a los resultados
de sus actividades, siempre satisfecho e independiente, él no ejecuta ninguna
acción fruitiva, aunque esté dedicado a toda clase de actividades. En este
caso, realizamos el trabajo sin apego a los frutos ni a las acciones, sin
atender el placer de los sentidos y sólo lo hacemos como parte de nuestro
proceso de realización, abandonando todo sentido de propiedad de las posesiones
y actuando únicamente para satisfacer las necesidades básicas de la vida. Las
ganancias vendrán por sí mismas, entonces estaremos libres de toda envidia y
seremos estables tanto en el éxito como en el fracaso. Una bella concepción del
trabajo, porque al desapegarnos de sus frutos podemos fundirnos con la
trascendencia o el absoluto.
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