El apocalipsis está en la psique




Prócoro Hernández Oropeza
En el mundo y sobre todo en las redes de internet se corren muchos mensajes, unos apocalípticos, otros con buenas intenciones pero creadoras de falsas ilusiones. Las primeras, se apoyan en viejas profecías, como la de Nostradamus y las de otros anunciadores de malas noticias, o también en las profecías mayas. Quienes difunden el advenimiento de una nueva conciencia mundial o la entrada a otras dimensiones, sólo crean falsas expectativas y confunden a esta humanidad, de por sí tan dormida y agobiada por sus demonios internos.
Por la forma en cómo nos comportamos, tan bestialmente, ya deberíamos estar sufriendo muchas calamidades como las que han pregonado diversos agoreros. Las guerras no se terminan, los asesinatos cada día son más despiadados; la prostitución, no sólo denigra a la mujer, al eterno femenino, sino que ahora se desliza hacia los infantes; el homosexualismo y tanta degeneración de la sexualidad afecta a la familia y desarticula el matrimonio, clave para una relación familiar estable y armónica.
Eso y mucho más, sin descontar el gran daño que provocamos a la madre tierra, al espacio aéreo, son motivos suficientes para que llegue un nuevo diluvio universal. Y si llega no será producto de un castigo divino, sino consecuencia de nuestros actos. Nos lo hemos ganado a pulso. Algunos maestros dicen que el tiempo de la destrucción se ha aplazado y nos están dando tiempo a que reflexionemos y cambiemos nuestra forma de actuar. La palabra destrucción no es la adecuada, sino depuración, limpieza de toda aquella energía que hemos provocado con nuestra maldad, en todo caso.
Y el cambio de conciencia, de progresión espiritual no llegará por arte de magia o porque la tierra entre a la cuarta o a la quinta dimensión, ni por la ayuda de seres extraterrestres o por cambios vibracionales. Los maestros espirituales están aquí, a nuestro alcance, sólo falta que los invoquemos y nos dejemos guiar por ellos. Para llegar a esa conexión requerimos mirar hacia dentro, a nuestro interior y conectarnos con nuestro Dios interior. Desligarse del maligno o de aquellas entidades egoicas que gobiernan nuestros pensamientos, emociones y obras.
Los agoreros de la destrucción del mundo se han equivocado nuevamente. Mañana y el resto de los días que queda de este año seguiremos con vida y el mundo siguiendo su curso como hace miles de años.  Y vendrá esta navidad y muchas más, dependerá de nosotros, de nuestras creaciones cuántas veces la celebraremos. Recordar que la navidad significa nacimiento y no sólo evoca el nacimiento de Jesús, sino el nacimiento de nuestro niño interior, del Cristo que llevamos a dentro.  
Daremos pie a esa navidad si dejamos de buscar afuera, si no pensamos que fuerzas  externas a nosotros van a generar un cambio de conciencia o si dejamos de buscar a Dios afuera de nosotros o no esperamos a que llegue la muerte para encontrarnos con el Padre. Comprender que somos parte de esa divinidad, es Dios manifestándose a través de nosotros, pero algo sucedió en un momento de nuestras múltiples vidas que nos desconectamos de esa luz, de su sabiduría y guía y caímos en manos de la sombra de los ángeles caídos. Ellos, a través de sus legiones egoicas controlan no sólo a nuestro mundo exterior, también dominan internamente nuestra psique, la mente, emociones y voluntad.
Pablo de Tarso, luego de caer fulminado por un  rayo y oír la voz de Jesús inició un proceso de despertar de conciencia y se dijo: “Pienso lo que no quiero pensar, siento, lo que no quiero sentir, hago lo que no quiero hacer”. Así nos pasa cuando descubrimos que  alguien nos motiva y hasta obliga a matar, golpear, maldecir, injuriar o cometer adulterio. Una voz muy imperiosa, pero no por ello, infalible. Si la descubrimos podemos detener su accionar y desidentificarnos de ella. Eso lo haremos sólo auto observándonos de instante en instante y sobre todo reconociendo que nuestra genética es divina y por tanto no somos la oscuridad.  Muchas bendiciones a todos y feliz Navidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De mil que me buscan

Los tres alimentos

El arquetipo del gato