Hágase tu voluntad
Prócoro
Hernández Oropeza
Entre
católicos y no católicos se suele usar esta frase: “Señor, hágase tu voluntad,
no la mía” o la más común: “Es la voluntad de Dios”. Su sentido, la más de las veces, es usado con
un rasgo equivocado. Creemos que todo lo que nos ocurre, positivo o negativo,
se debe la voluntad de Dios. Como si Dios estuviera manejando los hilos de
nuestro destino.
Se cuenta
que un discípulo, durante un largo viaje, pasó por el pueblo donde vivía su antiguo
maestro. Entró corriendo al templo y su
maestro le preguntó acerca de su vida. El discípulo le contestó: Tanto confío
en Dios, maestro, que he dejado suelto el camello.
El maestro
le respondió: No seas tonto, ve a amarrar ese camello, que Dios no se ocupa de
esas nimiedades. Y es verdad, Dios ya
realizó su trabajo. Todo lo que nos rodea ha sido su creación, incluyendo a
nosotros. Así que ahora debemos ocuparnos de realizar el nuestro, siempre desde
su guía.
En realidad
de lo que se trata es de seguir la voluntad de nuestro Dios interno, de nuestro
Ser, ser expresión de sus virtudes, del amor, la verdad interior y la
sabiduría. Es un cambio radicalmente diferente porque nos obliga a modificar
nuestra conducta y comportamiento. En vez de servir a los múltiples yoes, a
esos agregados psicológicos que habitan en nuestra alma y dominan nuestra
mente, es servir a nuestro maestro interior.
Cuando
expreso: que se haga tu voluntad no la mía, estoy afirmando que mi intención es
expresar a mi Dios interno y actuar desde su grandeza y sabiduría, desde el
amor. Eso no significa esperar a que ese Dios externo del que hablan las
religiones venga a realizar mi trabajo interior o echarle la culpa por mis
tragedias o desaguisados.
Reconozco
que yo soy el creador de mis pensamientos, emociones y acciones, de lo que
ocurre tanto en mi exterior como en el interior. Pero también sé que mis
creaciones pueden provenir de dos fuentes: desde la mente del ego,
del error psicológico o como expresión
de mi Ser interior. En realidad nos movemos en esa dualidad y dependiendo de
nuestra progresión espiritual o de nuestra conciencia será la tendencia que se
exprese con mayor fuerza en nosotros.
La cuestión
es que la mayoría vive inconsciente, en ignorancia de estas fuerzas que
controlan nuestra vida, nuestra voluntad. En la mayoría la voluntad está
doblegada por el ego y es la voluntad del ego la que se manifiesta
constantemente. Es ese virus el que nos mantiene en el sufrimiento, en la
ilusión del sufrimiento, nos mete miedo, nos somete a sus instintos y bajas
pasiones.
Cando
vivimos así y decimos: que se haga tu voluntad, no la mía, en realidad estamos
dando nuestro poder a esa oscuridad que habita en nuestra psique. La voluntad
del ego es la que domina nuestra vida, pensamientos, emociones y acciones. Eso
nos provoca miedo, ansiedad, tensiones, conflictos y enfermedades.
Para
liberarnos de esa dependencia sólo tenemos que conectar con nuestro real Ser y
sentirlo, experimentarlo, ser como él es. Amar como él ama, vivir como él vive,
encarnar sus virtudes y su sabiduría y expresar el amor en todo momento con
todo lo que nos rodea.
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