El súper hombre de Zaratustra
Prócoro Hernández Oropeza
En los cuentos y leyendas y en el imaginario colectivo nos refieren
de grandes hombres o súper hombres con poderes especiales o diferentes a los
que posee el común de la gente. Generalmente son los héroes de la comunidad,
los salvadores o protectores. Con poderes mágicos, otorgados por un dador,
protegen y nos defienden de los malvados, de los truhanes, del enemigo
sempiterno.
Esta estructura del cuento se sigue repitiendo en el nuevo
imaginario colectivo, en cine, novelas y cuentos. Ese súper hombre, él solo,
puede acabar con toda la maldad del enemigo, sale siempre victorioso, pese a
las múltiples trampas o estratagemas que le impone.
La forma en cómo adquirieron poderes mágicos o súper
poderes, son vastas. Unos simplemente por accidente, otros por designio de los
dioses o de magos o hadas o de sus maestros.
Cada héroe tuvo que pasar por diversas pruebas para lograr esos poderes
sobresalientes.
Pero en realidad todos podemos ser súper hombres si en
realidad buscamos esos poderes mágicos en nuestro interior. En nuestro interior
está el súper héroe. Es nuestro Ser que está dispuesto a librar las mil
batallas para triunfar sobre el enemigo oculto, contra ese señor de la oscuridad
que se ha apropiado de nuestra alma.
Esas es la batalla mítica que libró Osiris contra su hermano
Seth y los demonios rojos, o la otra que libró Arjuna, en la mitología védica,
contra los Pandavas y los kauravas. En la tradición azteca es esa lucha entre Coatlicue
y Huitzilopochtli contra los cuatrocientos sureños. En la mitología griega se
habla de luchas mitológicas de súper héroes contra Medusas, hidras o
minotauros. En todas esas mitologías, los héroes luchan contra esos demonios
que gobiernan en nuestra psique. Nos refieren que las batallas, que
aparentemente se dan afuera, las tenemos que librar adentro combatiendo a los
miles de demonios o yoes que han ganado la batalla temporalmente en nuestra
alma.
Esta batalla sólo es posible si entendemos que nuestro
infierno y purgatoria habita en nosotros, en nuestra psique y, como todos los
maestros y súper hombres, debemos bajar a esos espacios de oscuridad para
vencerla. Pero es realmente nuestro real Ser el que baja y dará la batalla
final. Ya otros grandes filósofos como Friedrich Nietzsche lo han dicho. Aquí
va un fragmento de su obra “Así habló Zaratustra”, donde nos describe con
genialidad cómo se construye el Súper hombre.
“Cuando
Zaratustra tenía treinta años abandonó su patria y el lago de su patria y marchó
a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no
se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana,
levantándose con la aurora, se colocó delante del sol y le habló así:
«¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad
si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!.
Durante diez años has venido subiendo hasta
mi caverna: sin mí, mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de
este camino.
Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te
liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello. ¡Mira! Estoy
hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo
necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir hasta que los
sabios entre los hombres hayan vuelto a regocijarse con su locura, y los
pobres, con su riqueza.
Para ello tengo que bajar a la profundidad:
como haces tú al atardecer, cuando traspones el mar llevando luz incluso al
submundo, ¡astro inmensamente rico!
Yo, lo mismo que tú, tengo que hundirme en mi
ocaso, como dicen los hombres a quienes quiero bajar. ¡Bendíceme, pues, ojo
tranquilo, capaz de mirar sin envidia incluso una felicidad demasiado grande!
¡Bendice la copa que quiere desbordarse para
que de ella fluya el agua de oro llevando a todas partes el resplandor de tus
delicias!
¡Mira! Esta copa quiere vaciarse de nuevo, y
Zaratustra quiere volver a hacerse hombre.»
- Así comenzó el ocaso de Zaratustra.”
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