Odas al mar
Somos afortunados quienes vivimos a la orilla del mar. Muchas
personas, pienso que la mayoría no vive junto al mar y muchas no lo conocen ni
lo conocerán en sus vidas. Antes de que los marineros cruzaran los océanos de
uno a otro extremo tenían muchas hipótesis al respecto: unos pensaban que a
cierta distancia se terminaba el mar y venía el abismo, otros que estaba
habitado por horripilantes y peligrosos monstruos marinos. Producto de ello no
se atrevían a ir más allá de los trayectos ya conocidos y recorrido
por otros.
Y aunque algunos personajes, como Marco Polo, contradecían
tales hipótesis, bien porque ya había ido más allá de lo conocido o por
información de primera mano de otros que lo habían hecho, pocos se atrevían a
ir hacia lo desconocido. Se dice que los Vikingos fueron los primeros que
descubrieron lo que hoy se conoce como América; los arqueólogos han encontrado
evidencias de su estancia en algunas ciudades de Norteamérica y Canadá, 500
años antes de la llegada de Colón.
No nací cerca del mar
y de niño sólo lo conocía por referencias del cine o las revistas y añoraba
conocerlo. Cuando lo vi por primera vez, a los veinte años, el de Mazatlán, fue alucinante. Aunque sólo
había nadado en ríos y albercas, mi contacto con el mar fue algo mágico, pero
al mismo tiempo le tenía miedo. Miedo por su majestuosidad, sus olas bravías e
incesantes. Fascinación por su color entre plata y jade, dependiendo de la
luz solar.
Ayer platicaba con viejos vallartenses que suelen sentarse
en una de las bancas de palacio municipal que dan frente al mar. Ahí se reúnen
todos los días a recordar los viejos tiempos y a soñar con el presente. Uno de
ellos divisó un pequeño cardumen de peces y nos lo señaló. Otro Vallartense
recordó que en su tiempos mozos, los cardúmenes eran tan grandes que sólo
bastaba acercarse a la orilla del mar con un canasto para sacarlo lleno de
peces de varios tamaños.
Nuestro país está rodeado de mar y somos muy afortunados por
ello. El mar nos proporciona valiosas fuentes de ingresos, sea por el petróleo,
el turismo o la pesca. Pero lo que más me agrada del mar sigue siendo su
grandiosidad, su energía, los colores que estampan el sol o la luna.
El mar provoca muchos sentimientos y es objeto de múltiples
versos, fábulas, cuentos e historias. El actor Humphrey Bogart, quien
protagonizó el filme “Casablanca” decía que el mar le evocaba una sensación de
libertad. Al mar le he escrito parte de mis sentimientos como este:
Si el mar se fuera
se secarían los continentes del alma
Los que lavan sus pecados morirían de angustia
Si el mar se fuera nos ahogaríamos de sueño
No habría donde guardar tantos suspiros
Y el horizonte se perdería en un abismo
Y para finalizar les regalo otro poema al
mar:
Los convidados
A mi playa llegan bandoleros de la
generosidad
amorosos que se pierden en las olas del día
algunas aves con desencanto en las alas
músicos
de vientosolar
poetas que se inquietan con la luna.
Hay invitados de piedra
hembras bienaventuradas
políticos con fama adquirida en cómodos
enganches
Ebrios de amor y melancolía.
En esa playa se bañan ninfas de la tarde
y ángeles que han perdido sus alas
llegan soldados de la utopía;
un sol que ama con brazos de hierro.
En la arena de esa playa vi su cuerpo de
agua
me
enamoré de sus fronteras
me alborotó el alma.
Su brisa penetró a mis entrañas;
Mi cielo se cubrió de lágrimas.
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