Estoy cantando
Si todos los días nos
levantáramos cantando, el alma se mantendría sosegada y la mente, esa mente
loca, ansiosa por conquistar el mundo, se quedaría quieta, sin saber cómo
responder, a quién atacar, con quién jugar, a quién asesinar, a quién robar, a
quién ofender, a quién gritar o a quién reganar por esto que está pasando.
Cantar nos alegra el corazón,
pero también depende de qué tipo de música voy a cantar. Si estoy triste o
deprimido y me pongo a escuchar a una paquita la del Barrio con sus canciones
lastimeras y plenas de rencor, sólo estoy alimentando a mis egos de la ira y el
resentimiento. No creo que esa música nos ponga felices, en todo caso son esos
egos los que se ponen felices y disfrutan tanta ofensa y denigración.
La música, la buena música,
puede sanar el alma. Está ya comprobado científicamente que piezas de música
clásica de Beethoven, Chopin o Mozart puede sanar enfermedades, no sólo
físicas, sino aquellas que laceran el alma. Algunas piezas de buena música, me
refiero a aquella que no hace alegoría de los egos, pueden disminuir el estrés,
ayuda a relajar y también curar muchos males, afirma la doctora Gertraud
Berka-Schmid, también psicoterapeuta y profesora de la Universidad de Música y
Arte de Viena.
Berka-Schmid señala que "Cantar es la respiración
estructurada", explica el efecto
fisiológico de la respiración profunda, abdominal, que prevalece cuando uno
canta y que se convierte en un masaje para el intestino y en un alivio para el
corazón. Además, asegura, esa respiración suministra aire adicional a los
alvéolos pulmonares, impulsa la circulación sanguínea e incluso puede mejorar
la concentración y la memoria.
Al
cantar respiramos y al hacerlo
suministramos aire adicional a
los alvéolos pulmonares, impulsa la circulación sanguínea e incluso puede
mejorar la concentración y la memoria. Se trata de un remedio óptimo para los
males específicos de nuestro tiempo porque equilibra el sistema vegetativo y
refuerza la actividad de los nervios parasimpáticos que, en contraposición a
los simpáticos, aportan tranquilidad y relax.
Cantar
o con sólo escuchar buena música, cambiamos la energía que nos rodea. Lo es
porque la música, incluido el canto, vibra en una energía alta, plena de
armonía y belleza y aquieta la mente. Cuando la mente está en paz todo fluye en
armonía. El canto, la oración, la música y la meditación son buenos
instrumentos para obtener paz interior. Esa paz que requiere la humanidad, esta
humanidad doliente, aprisionada por la vorágine del estrés, la lujuria, la
violencia, inseguridad y descontento.
Para
esa humanidad dedico este poema de mi autoría:
Estoy
cantando
Estoy cantando en el filo de
la madrugada
Cuando los gallos sueñan que
vuelan como águilas
Estoy cantando y mi canto es
un río que se pierde
en las cañadas de tu vestido
Estoy cantando la canción que
nunca
escucharás porque está
escrita con palabras primigenias y sagradas
Estoy cantando frente a la
montaña donde un hombre
Está a punto de suicidarse y
una paloma lo llama
Estoy cantando junto al mar;
ahí una dama
Vierte lágrimas en una piedra
sin alma
Estoy cantando, el mundo
calla
y descubro que el silencio es
más hermoso que mi canto.
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