Las opiniones ajenas



Cuando nos dejamos guiar por las opiniones ajenas o nos inhibimos por ellas podemos sufrir muchas consecuencias. Una de ellas, estar aprisionados por lo que nos dicen los otros, por su aprobación o desaprobación. No hacemos nada sin que tengamos la aprobación de los otros, desde el simple hecho del tipo de ropa a usar, la carrera apropiada, la esposa a elegir. En este rejuego de toma de decisiones entra el ego del orgullo y la vanidad.
Este defecto se puede manifestar de diversas maneras, ora sintiéndonos menos, malos, feos, perdedores. Y cuando queremos tomar una decisión sobre X o Y asunto, el ego se mete en la mente y vienen una serie de opiniones, negaciones, valoraciones o descalificaciones. Si una pareja ha llegado al límite de su tolerancia y quiere separarse, no lo hace por la sencilla razón del qué dirán. Qué van a pensar los padres, los amigos y vecinos. Y aunque ya no desean permanecer más juntos, prefieren vivir en su infierno para evitar la opinión de los otros.
Como este ejemplo existen muchos en la vida cotidiana.  Es así como se va perfilando nuestra personalidad y nuestro carácter. Nuestra felicidad o infelicidad va a depender de las opiniones ajenas, pero también de los propios juicios u opiniones que tengo acerca de mí. Es obvio que si mi felicidad va a depender de la opinión ajena ésta nunca será posible. Es una falsa ilusión.
He conocido personas que físicamente se ven bien, son hermosas, sólo que ellas tienen una opinión diferente. Viene al caso una alumna de yoga. Físicamente es hermosa y con esbelta figura, más ella no se percibe así. Piensa que es fea y con sobrepeso, que nadie la quiere, total que se siente con menos valía que una cucaracha.
La psicología tradicional sostiene que este tipo de conductas son producto de la baja autoestima. Es verdad en parte, pero entonces qué provoca la baja autoestima. Todo está condicionado por nuestra psique, por una mente gobernada por los egos, mismos que no permiten discernir la verdad. Nos hacen creer que la vida es así, que somos feos, malos, tontos o deformes. La solución no estriba solamente en tener pensamientos positivos o romper con las ataduras del miedo. Esas ataduras se eliminan cuando eliminamos al ego o defecto psicológico que nos mantiene en esta falsa ilusión del sufrimiento. El sufrimiento es la ilusión creada por los egos para mantener su poder, así como el ego es una mentira bien elaborada.
Lo primero es tomar consciencia de esta situación y observar de dónde vienen esos pensamientos que nos hacen depender de las opiniones ajenas. Entender que al primero que debemos complacer es a nosotros mismos, no a los demás. Al primero que debemos amar es a nosotros, porque si no me amo, jamás podré dar amor.
Observar significa ver desde los ojos de Dios, de nuestro Dios interno. No desde la mente contaminada por el ego, sino desde el corazón. Cuando observamos desde este ángulo puedo darme cuenta que no necesito depender de nadie para ser feliz o para actuar con inteligencia y sabiduría. Soy como soy y como no soy. Me acepto como soy, entendiendo que mi cuerpo no es mi verdadera identidad y que lo más hermoso se manifiesta cuando expreso a Dios, cuando miro a todo lo que me rodea con los ojos de Dios, cuando actúo como Él lo hace.

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