Confiar y desconfiar
Últimamente he pretendido poner en orden mi vida, entre
otros contar con licencia de manejar, sacar licencia municipal, renovar mi
pasaporte y visa y saldar viejas deudas, de esas que son como una violación a
la cordura como lo es el pago de tenencia vehicular. Aunque ya se derogó en el
estado, éste no perdona los pendientes.
Al César lo que es del César.
En cada tramitología burocrática se pierden valiosos
minutos de la vida. El Estado impone tantas trabas, me imagino que es producto
de su desconfianza. Desconfía del ciudadano a más no poder, de tal manera que
hace más complicado la tramitación de, por ejemplo, la licencia de manejar.
Precisamente hace once años se venció mi licencia e intenté
renovarla en dos ocasiones, pero había que perder varios días para tramitarla.
Largas filas sólo para sacar ficha, luego otra fila para ir a pagar al banco,
más otra fila para entregar los documentos y la toma de la fotografía, amén de
otros detalles. Total que desistí y durante ese tiempo anduve como huérfano de
un documento que es vital para el automovilista. Sin ese documento me sentía
como un paria o indocumentado en mi propio país. Había que andar con sumo
cuidado por las calles, no pasar un alto, no hablar por celular. Y por las
noches, con el miedo de toparse con esos retenes antialcohólicos o de control
vehicular.
Después de dos semanas de tramitología y sobre todo de
documentar que Yo Soy Yo y no mi doble, ya cuento con licencia de automovilista.
He liquidado esa aberración de tenencia vehicular con sus respectivas multas,
no sin antes perder tres mediosdías en esos pendientes. Me he librado de esa
sensación de culpa por no estar en “regla”; ya sólo queda una especie de
resentimiento o desilusión por tantos obstáculos absurdos que el Estado pone
para estar en orden con la justicia de los hombres.
Franz Kafka, el escritor checo, muy conocido por su
novela Metamorfosis, escribió otra no menos desconocida, “El proceso”. En esta obra Kafka denuncia las instituciones
que funcionan en torno a una burocracia nociva y además se burla del estado, de
sus contradicciones y de la poca fiabilidad que tienen, pese a recibir un alto
respeto por parte de las sociedades.
En la historia Josef K. es acusado de algo pero ignora de
qué, debe esforzarse por defenderse pero no sabe bien de quién ni por qué por
lo que esta tarea es un tanto complicada. Pese a estar en una situación crítica
no puede dejar de sentirse vivo, de amar, de leer su diario, de comer… la clave
es la espera y el azar, estos son los mecanismos de la justicia, violarlas
significa la muerte, su muerte. Por ello se dice que sus obras son el
desaliento del ser humano frente a lo absurdo.
Trámites absurdos, pagos absurdos, pérdida absurda del
tiempo en tanta tramitología desalienta al individuo a cumplir con sus deberes
como ciudadano. Tal vez por ello exista tanto comercio ambulante y clandestino,
mucha ilegalidad, inconformidad y desconfianza. El estado desconfía del
ciudadano y el ciudadano de sus gobernantes. Espero algún día que la confianza guié la
conducta de los hombres y se restablezca esa armonía perdida en los anales del
tiempo, cuando éramos seres de luz. Seres no mediatizados por la absurdidez del
ego y su deconfianza.
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