La esperanza no debe morir


Nadie conoce toda la amargura de lo que aguarda en el futuro. Y si de pronto apareciera como en un sueño, la negaríamos apartando los ojos de ella. A esto le llamamos esperanza. Con esta frase del filósofo búlgaro Elías Canetti inicio esta columna, luego de saber lo que de antemano ya sabíamos.
Nos lo dijeron mucho tiempo antes, el ganador será fulano de tal. El sistema no se equivoca, y si se equivoca, somos nosotros los equivocados, no las instituciones. Las encuestas, los pregoneros y agoreros nos  restregaron en nuestra cara la imagen del ganador. Ese será, ese va a ser y ese fue.
Muchos ya sabíamos el resultado y aunque hubiésemos querido que sólo fuera un sueño para apartar esa realidad, el domingo por la noche nos dieron una bofetada y nos anunciaron el ganador. ¿Y la esperanza? Esa quedó soterrada por los datos duros, fríos y los rostros sombríos de los perdedores, pero más aún por la sonrisa, euforia y el mariachi y los gritos y apretones de los ganadores.
Cuándo será el día en que no haya perdedores y todos salgamos vencedores, o al menos sabiendo que perdimos en buena lid. En todos los juegos que hemos inventado existen reglas, espacio, límites, tiempo, resultados, un árbitro, ganadores y perdedores. Los empates no cuentan, sólo para cuestiones de puntuación, al final debe haber un ganador.
Tanto espectadores como jugadores, durante el juego, entran una dinámica de identificación, pasión, emoción. Durante estos últimos meses los mexicanos fuimos participes, unos más activos que otros, de este juego que se llama política. En las elecciones nos crean la ilusión de que con nuestro voto determinamos el futuro del país. Nos endilgan una gran responsabilidad y muchos, con esa ilusión, acudimos a las urnas.
 En realidad sólo convalidamos un proceso y legitimamos a quienes ya forman parte del poder. Sólo nos queda la esperanza de que quienes arriben al poder lo hagan mejor que su antecesor. La esperanza no debe morir, aún sabiendo que los hombres somos imperfectos, no biológicamente, sí en el plano psicológico. En nuestra psique cargamos un montón de agregados psíquicos que nos hacen imperfectos, vanidosos, deshonestos, corruptos, cínicos o intolerantes.
A estos síntomas son a los que tememos. A que quien arribe al poder haga uso de sus imperfecciones, consciente o inconscientemente y genere un gran daño al país. La esperanza, dicen los que saben, nos permite adquirir el fuerte deseo de seguir adelante cuando nuestras fuerzas nos abandonan y la voluntad necesaria para renunciar a nuestros sueños, aún cuando el camino es una cuesta casi imposible de remontar
Según Nietzche la esperanza es un estimulante vital muy superior a la suerte. La esperanza es un detonante para ponernos en marcha y enviarnos a trabajar con fuerza detrás de un ideal. En la práctica trabajamos, nos movemos y actuamos porque tenemos la esperanza de llegar a alguna parte, de lograr un objetivo, de alcanzar una meta o hacer realidad un sueño.
Así que el antídoto contra esas enfermedades de quienes nos gobiernan, es la esperanza. La fe en que algún día, nuestro gobierno se base en principios y virtudes y busque, antes que satisfacer ambiciones personales o de grupo, el bien común, la fraternidad, el amor, la comunión y el respeto por todo lo que nos rodea. Algún día será.

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