Involución, evolución y revolución



Prócoro Hernández Oropeza
El ser humano vino a este mundo para despertar del letargo que lo mantiene dormido por centurias, pero no lo sabe. Cada vez que nace toma el agua del olvido y se queda atrapado en la ilusión, en la ilusión del ego. Entonces se olvida que un día fue luz,  vino de la luz y del amor;  era un águila que volaba entre la luz y de repente vio la oscuridad y quiso saber qué era eso. Vino a la oscuridad y se quedó atrapado en ella.
Somos águilas caídas que tarde o temprano tenemos que regresar a la luz. Para hacerlo hay que despertar y empezar nuestro camino de evolución. Si somos dioses en construcción entonces debemos tomar conciencia de ello y buscar el sendero de la ascensión. En cuerpo físico o como seres humanos tenemos 108 oportunidades para evolucionar. 108 vidas para encontrar el camino; hay muchos caminos. No obstante el ser humano, un 80 por ciento, no los ve o no sabe que existen. Piensan que su vida consiste solo en nacer, crecer y morir. Si acaso algunos tienen la capacidad de encontrar placer, diversión, detentar poder o hacerse ricos, pero eso no significa que hayan despertado. Mueren con la conciencia dormida y vuelven a retornar nuevamente dormidos.
¿Qué es la evolución? Imaginemos una escalera que se extiende de abajo hacia arriba, verticalmente y con muchísimos escalones. En algún escalón de estos nos encontramos nosotros; escalones abajo habrá gentes peores que nosotros; escalones arriba se encontrarán personas mejores que nosotros... En esta Vertical encontramos todos los Niveles de Ser.
Hay gentes jóvenes y viejas, ancianos que ya están para morir y niños recién nacidos, pero la cuestión del tiempo y de los años; eso de nacer, crecer, desarrollarse, casarse, reproducirse, envejecerse y morir, es exclusivo de la escalera Horizontal.
En la "Escalera Maravillosa", en la Vertical el concepto tiempo no cabe. En los escalones de tal escalera sólo hay "Niveles de Ser". Las leyes de la evolución y de la involución constituyen el eje mecánico de la Naturaleza. A toda subida le sucede una bajada; a toda evolución le corresponde determinada involución.  Existe evolución en la semilla que germina, en el tallo que crece y se desarrolla, en la planta que da fruto. Existe involución en el árbol que decrece, se marchita, envejece y muere.
En las profundidades ignotas de nuestro Ser Divino, tenemos una estrella interior, completamente atómica. Esta Estrella es un Átomo Súper-Divino. Los cabalistas lo denominan con el nombre sagrado del Ain Soph. Este es el Ser de nuestro Ser. La Gran Realidad dentro de nosotros. Para lograr el retorno a esa estrella interior que guía nuestro Ser necesitamos una tremenda revolución de la Conciencia. Un condición esencial es disolver  el yo, los defectos psicológicos que nos atan a la ilusión, al Maya.
El yo es el demonio que llevamos dentro. De ahí que el trabajo de disolución del yo, el trabajo con el ego e muy difícil. Realmente esta es la vía del hombre astuto, la famosa cuarta vía del sendero Tau. Porque si en esas 108 oportunidades de vida no evolucionamos, no ascendemos por la escalera vertical, involucionamos nuevamente y debemos empezar nuestro recorrido, desde el mundo mineral, pasando por el vegetal, animal y humano. Dios se expresa a través de nosotros, pero no necesariamente es su voluntad  que vivamos en la oscuridad o estemos involucionando constantemente. Él nos dio el libre albedrío para que decidamos qué experiencias queremos vivir, consciente o inconscientemente.
Si no tomamos conciencia, si no la revolucionamos, el yo repite en cada una de nuestras vidas, los mismos dramas, los mismos errores. El yo se complica a través del tiempo, volviéndose cada vez más y más perverso. Es precisamente en las reencarnaciones, en la rueda del Samsara donde el ego regresa a nuevas matrices para satisfacer sus deseos. El ego que llevamos dentro está formado de átomos del enemigo secreto; es la sombra del ángel caído. Pero el ego tiene un principio y tiene un fin. Por ello necesitamos disolver el ego para regresar a la estrella interior que siempre nos ha sonreído. Esa es la verdadera liberación final. Sólo disolviendo el yo lograremos la liberación absoluta.

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