Tardes de junio
El país que yo amo y deseo
Prócoro Hernández Oropeza
Me ha tocado nacer en este país. Sea por karma o porque así lo decidí en otra vida he venido a vivir una experiencia más en forma humana aquí, como mexicano. No creo en el destino o el azar. Nací aquí porque esa fue mi decisión o la acepté para cumplir una misión, no sé aún cuál sea o posiblemente tenga algunas ideas y ellas han guiado mi existencia hasta ahora.
Como ciudadano de este país me han inculcado valores, como por ejemplo amar y servir a la patria, ser un buen ciudadano, cumplir sus leyes, respetar las normas y formas de vida. Eso he tratado de hacer hasta ahora.
En mis tiempos de juventud fui rebelde como muchos jóvenes. Me revelé contra el sistema, contra todo aquello que significaba injusticia, intolerancia y autoritarismo. No me tocó participar en el movimiento estudiantil del 68. En esa ocasión estaba en primer año de prepa, cuando fue una brigada a solicitar apoyo para su movimiento. Los desdeñamos, en vez de escucharlos nos pusimos a jugar un partido de futbol.
En la universidad compartí mi simpatía con los movimientos a favor de la paz en Viet Nam o con aquellos que reivindicaban un país más justo, democrático y equitativo. Un país de libertades y de comunión. Todos esos movimientos abrieron espacios de participación, se aceptó la inclusión de partidos o grupos que eran considerados sedicentes o comunistas y finalmente se logró la alternancia en el país.
Ha habido cambios desde entonces, no los que quisiéramos. El país continúa asolado por una ola de violencia, descontento, corrupción, desesperanza e incertidumbre, la misma que se ha vivido en otras décadas, sólo que con diversos gradientes o frecuencias y otros personajes.
Amo este país porque aquí nací y me he formado como ciudadano y profesionista y soy el reflejo de todo el conjunto de valores, ideologías y creencias que conforman la identidad del mexicano. Con unas me identifico plenamente y con otras, la mayoría, no son de mi agrado. Pero como dice un refrán: las cosas y las personas son como son y como no son. Es decir, no todo va a ser de mi agrado y debo respetarlas por lo tanto, sin que necesariamente deba estar de acuerdo con ellas.
Me identifico con aquellos valores que respetan al ser humano, con aquellos que comparten amor, felicidad, compasión, integridad, alegría. Amo a quienes dan lo mejor de sí mismo, a quienes usan la palabra, escrita o verbal para crear música celestial, para bendecir o dar aliento al que sufre. A quienes escriben con letras de oro la grandeza del ser humano, lo sublime de toda la creación que nos rodea.
Me identifico con aquellos que se detienen a admirar una flor, un bello atardecer, la irrupción de una arco iris, la sonrisa de un niño o a escuchar la música del viento. Ese es el México que admiro y amo. Amo a quienes ven en el otro el rostro de dios y no a sus demonios, a quienes entienden que este país no es mejor ni peor que otros países y que dedican su vida a encontrar respuestas acerca de su origen y de su razón de ser en el aquí y ahora. De aquellos que no esperan a morir para llegar al cielo, sino que lo empiezan a construir aquí mismo, en esta tierra, en esta vida.
Es por este México por el que voy a votar el domingo, pese a que ninguno de los candidatos cumple un perfil para ser candidato del cielo en la tierra.
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